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domingo, 12 de mayo de 2024

La tumba de Alexandra M. Kolontái en el cementerio de Novodévichi

"El 8 de marzo de 1952, apenas unos días antes de su ochenta cumpleaños y curiosa coincidencia− del cuarenta y un aniversario de la creación del Día Internacional de la Mujer, Kolontái sintió un terrible dolor en el pecho. Al amanecer del día siguiente murió. Vyshinski comunicó a su familia las decisiones que se habían adoptado sobre su entierro y sobre el lugar en que descansarían sus restos. De acuerdo con estas instrucciones, se celebró una pequeña ceremonia en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Semiónov, que la había substituido en Estocolmo cuando estaba enferma, fue el encargado de pronunciar un discurso en su honor. Ensalzó a «la diplomática» y evitó evocar a la revolucionaria, a aquella bolchevique tan comprometida con el Partido desde 1915 y, en general, su dimensión política y sus actividades. Aquel discurso y la persona elegida para darlo −un diplomático mediocre− indicaban ya el lugar que Stalin pretendía reservar a Kolontái en la historia de su país.
 
Alexandra fue enterrada en el cementerio de Novodévichi, en el que se encuentran tantas glorias rusas y soviéticas. Su tumba se encuentra en el «camino de los diplomáticos», cerca de los dos ministros a los que prestó sus servicios, Chicherin y Litvínov. La proximidad con respecto a ellos es positiva, desde luego, pero en el caso de una blochevique de tan larga trayectoria ¿no habría correspondido que su última morada fuera la muralla del Kremlin?
 
Todo indica que a Kolontái se le negó el reconocimiento de su pasado bolchevique, empezando por la manera en la que se anunció su muerte.
 
Había una costumbre −a la que Alexandra siempre le dio mucha importancia− por la que se consideraba que la muerte de un comunista importante debía comunicarse en Pravda a través de una necrológica oficial, firmada por un miembro de alto nivel en la jerarquía del Partido. De ese modo, se reconocía su papel en la historia. Sin embargo, Pravda guardó silencio sobre la muerte de Kolontái. Marcel Body escribió al respecto: «Desde la muerte de Alexandra Kolontái, abrí cada día Pravda para buscar una necrológica y tal vez incluso un artículo en memoria de esta gran figura de la revolución, a la que Lenin tenía en alta estima y a la que Stalin consideró oportuno respetar. Pravda, tan prolijo cuando se trataba de hacer un elogio póstumo de cualquier representante del aparato, no dedicó ni una sola línea a Alexandra Kolontái. No anunció ni su muerte ni su funeral. Aquella ingratitud hacia una vieja camarada que, a pesar de sus reservas, sirvió con toda su alma al país de la revolución permite juzgar a un Partido y a un régimen».
 
En lugar del anuncio de Pravda, lo que sí hubo fue una breve necrológica en Izvestia, medio de comunicación del Gobierno. Pero tampoco se trataba de un homenaje oficial, ya que el texto estaba firmado simplemente por «un grupo de amigos y colaboradores». Además, en él no se reconocía el pasado bolchevique de Kolontái. La necrológica ensalzaba a «la primera mujer embajadora» y su carrera diplomática.
 
Su nieto se encargó de reparar aquel agravio y de completar una biografía tan breve, haciendo grabar en la estela que se yergue sobre su tumba el siguiente texto: «Alexandra Mijáilovna Kolontái, 1872-1952, revolucionaria, tribuna, diplomática». Un excelente resumen  de aquella vida tan plena.
 
Menos de un año después de su muerte, falleció Stalin. Alexandra Kolontái consiguió una hazaña casi única en la atormentada historia del país de la revolución: fue la única −o prácticamente la única− de todos los protagonistas de aquel movimiento que logró escapar de la furia exterminadora de Stalin sin romper jamás con su país. Vivió casi tanto tiempo como él, mes arriba, mes abajo. Pero mientra que Stalin, antes de su muerte, había vuelto a hundir a su país y a su Estado en el terror −acababa de estallar el asunto de los médicos judíos−, Alexandra terminó sus días en paz, al menos aparentemente, sin compartir el miedo de la sociedad y sin referirse nunca a él, salvo en conversaciones sumamente secretas. Esto demuestra, ante todo, su personalidad fuera de lo común, que solo es posible comprender si la situamos en el contexto de la larga historia de Rusia y de aquella otra, más breve, de la URSS. Porque Alexandra Kolontái perteneció a ambas y, en muchos sentidos, fue también su reflejo".
 
(Carrère d'Encausse, H. (2021) Alexandra Kolontái. Una feminista en tiempos de la Revolución Rusa. Barcelona: Ed. Crítica, 2023, pp. 227-229)
 

La tumba de Alexandra Mijáilovna Kolontái está catalogada con el número 70 del cementerio de Novodévichi. Se halla situada en el sector 1, en el extremo nordeste del recinto, junto al muro que separa la necrópolis del monasterio homónimo. Curiosamente, en el plano que hay en la entrada del cementerio destinado a orientar a los visitantes, al lado de su nombre aparece la palabra "дипломат" ("diplomática"). Ni siquiera setenta y dos años después de su fallecimiento ha conseguido recuperar su status como revolucionaria y feminista
 
La tumba está presidida por una estatua donde se ve a Alexandra Kolontái sentada mirando hacia la derecha, con un vestido que le llega hasta los pies. Fue obra del escultor soviético Vladímir Kobyl
 
Imagen de la placa con la inscripción encargada por su nieto: «Excepcional y plenipotenciaria embajadora de la Unión Soviética Alexandra Mijáilovna Kolontái (1872-1952). Revolucionaria. Tribuna. Diplomática»
 

Su hijo Mijaíl Vladimírovich "Misha" Kolontái solo la sobrevivió cinco años. Está enterrado en esta misma tumba y su lápida, suelta, aparece en estas fotografías colocada en distintos puntos alrededor de la estatua de su madre
 
Alexandra Mijáilova Kolontái (de soltera, Domontóvich) fue una revolucionaria bolchevique, oradora brillante y gran defensora de los derechos de las mujeres en Rusia. A lo largo de su vida ejerció de periodista, escritora, comisaria del pueblo y diplomática soviética, faceta esta última por la que ha pasado a la posteridad. Nacida en San Petersburgo el 19 (31) de marzo de 1872, en el seno de una família aritócrata de origen finés y ucraniano, creció rodeada de sirvientes y de las comodidades propias de la clase alta, pasando largas temporadas en la finca familiar de Kuusa (Finlandia, por aquel entonces un ducado que pertenecía al imperio ruso). Se casó a los 21 años con un ingeniero, Vladímir Liúdvigovich Kolontái, con quien tuvo el que fue su único hijo, Misha. En 1898 se marchó sola a Zúrich para estudiar marxismo y unirse al movimiento socialdemócrata. A su vuelta a Rusia, se incorporó al Partido Obrero Socialdemócrata y se involucró en actividades ilegales. Participó en la Revolución de 1905, exiliándose en 1908 a diferentes países europeos (Alemania, Suiza, Dinamarca, Noruega). Vivió fuera de su país hasta poco después de la Revolución de Febrero de 1917. En 1915 se incorporó a los bolcheviques y fue una de las personas que en abril de 1917 acudió a la frontera ruso-finesa para recibir a Lenin en su viaje de Zúrich a Petrogrado. Fue también uno de los doce miembros del Comité Central que participó en la mítica reunión celebrada el 23 de octubre de 1917 en el piso franco de Nicolái N. Sujánov, en la por entonces capital rusa. Tras el triunfo de los bolcheviques, fue designada Comisaria del Pueblo de Asuntos Sociales, convirtiéndose de esta forma en la segunda mujer ministra de toda Europa, después de Sofía Panina, Ministra de Asuntos Sociales con el Gobierno Provisional. En 1919 creó, junto a Inessa Armand, el Zhenotdel, la Sección Femenina del Comité Central. Contraria a la NEP de Lenin, en 1920 encabezó el movimiento de oposición dentro del régimen soviético (la Oposición Obrera), disuelto en 1921. En lugar de ser expulsada del Partido, fue enviada como diplomática a Noruega, México y Suecia, teniendo que esperar hasta 1943 para ser ascendida a embajadora soviética en Estocolmo. Desde 1927 hasta el final de sus días defendió los principios del estalinismo y fue de los pocos bolcheviques próximos a Lenin que sobrevivió a las purgas de Stalin. Afectada de problemas cardíacos y en silla de ruedas debido a un accidente vascular, en 1945 se retiró a un piso de la calle Kazán de Moscú , hasta su muerte el 9 de marzo de 1952.
 
 Después de su divorcio y al más puro estilo revolucionario de aquella época, Alexandra Kolontái mantuvo relaciones sentimentales con varios de sus camaradas bolcheviques. Entre ellos, Alexandr Satkévich, Piotr Maslov, Alexandr Shliápnikov, Pável Dybenko (el «gigante sereno de rostro barbudo», según John Reed) y Marcel Body. Curiosamente, Kolontái y Dybenko tienen en San Petersburgo dos calles que llevan sus nombres. Pero son dos calles paralelas que no se cruzan en ningún punto, como sí se cruzaron las vidas de estos dos luchadores y amantes
 
Para conocer la vida y obra de esta revolucionaria, nada mejor que el libro de 2021 de Hélène Carrère d'Encausse titulado "Alexandra Kolontái. Una feminista en tiempos de la Revolución Rusa". Está publicado en castellano por la editorial Crítica (2023). Aunque nacida en París, la escritora, académica y política conservadora Hélène Carrère, madre del famoso escritor francés Emmanuel Carrère, procedía de una familia de aristócratas georgianos. Falleció el 5 de agosto de 2023 a los 94 años de edad
 

sábado, 7 de octubre de 2017

Oliver Stone visita la tumba de John Reed en el Kremlin (y las de Lenin y Stalin)

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En la parte final del cuarto y último episodio de la excelente serie documental The Putin Interviews (Oliver Stone, 2017), el cineasta norteamericano y su esposa Sun-jung Jung, acompañados de todo el equipo de producción y rodaje de la serie, visitan la necrópolis del Kremlin realizando durante el recorrido tres paradas excepcionales: en la tumba colectiva del periodista y revolucionario norteamericano John Reed, en el Mausoleo de Lenin y en la tumba individual de Iósif V. Stalin. Durante ese paseo por el cementerio de la plaza Roja, Stone comenta para las cámaras de su equipo las impresiones que le produce este mítico lugar tan estrechamente ligado a la construcción de las representaciones simbólicas de la URSS. Un rincón de Moscú donde los relojes se detuvieron hace ya mucho tiempo.

The Putin Interviews (traducido aquí como «Oliver Stone: Entrevistas a Putin») se puede ver estos días en Movistar+ y en su servicio de Video on Demand.

Stone entrando en el cementerio de la plaza Roja





Oliver Stone y su gente frente a la tumba de John Reed, compartida con Inessa Armand, Iván V. Rusakov y Semen M. Pekalov

John Silas Reed (Portland, Oregón, 22 de octubre de 1887 - Moscú, 19 de octubre de 1920)







 El director de cine dentro del Mausoleo de Lenin. Pocas cámaras de televisión han podido filmar el interior de los pasillos subterráneos que conducen hasta la sala central del panteón de la plaza Roja. Sin embargo, ni siquiera a Oliver Stone se le permitió rodar frente al cuerpo embalsamado del líder bolchevique. Durante ese recorrido por el Mausoleo, Stone reflexiona en voz alta sobre el «karma» de Lenin y sobre la necesidad o no de enterrarlo definitivamente «para dejarlo ir». También sobre su papel en la historia de la humanidad y la controversia que aún persiste en torno a su figura legendaria. Sorprendentemente, hace un comentario que demuestra un cierto desconocimiento acerca del funcionamiento de este lugar: después de describir con acierto que visitarlo «es una experiencia muy austera y poderosa», que «hay un guardia o dos que siempre están aquí», que «hay que mantenerse callado» y que «no puedes corretear por sus diferentes espacios», añade que el visitante «dispone de tiempo para sentarse, observar todo esto y pararse a pensar». Aquellos que hemos tenido el privilegio y la oportunidad de entrar en el Mausoleo de Lenin en más de una ocasión sabemos que lo que menos se puede hacer en este sitio es «sentarse» y «pararse a pensar». Las largas colas de turistas obligan siempre a mantener un ritmo fluido en el paso de los visitantes alrededor de la urna de cristal, un ritmo que se ve agilizado aún más por las indicaciones que continuamente están haciendo los soldados que montan guardia cerca del ataúd. Queda claro que Stone gozó de un trato de privilegio, por otra parte bien merecido





Oliver Stone paseando frente a las doce tumbas individuales que hay tras el Mausoleo de Lenin. Por orden cronológico de fallecimiento, son las de Sverdlov (1919), Frunze (1925), Dzerzhinski (1926), Kalinin (1946), Zhdánov (1948), Stalin (1953), Voroshílov (1969), Budionni (1973), Brézhnev (1982), Súslov (1982), Andrópov (1984) y Chernenko (1985). En el documental, Stone se detiene frente a la de I.V. Stalin para meditar sobre su relevancia histórica. A continuación, la entrevista con Putin prosigue con un diálogo sobre el líder georgiano











«The Putin Interviews» es un documental de la cadena de TV Showtime con las entrevistas que Oliver Stone realizó al Presidente de la Federación Rusa Vladímir Putin entre julio de 2015 y febrero de 2017. Dividido en cuatro episodios, este reportaje escrito y dirigido por el autor de «Platoon» y «Wall Street» nos acerca a la personalidad del mandatario ruso a través de sus opiniones sobre temas de máxima actualidad y también sobre la historia de Rusia y de la Unión Soviética. Particularmente interesantes resultan sus revelaciones acerca de su vida privada, como los años pasados en Leningrado siendo un adolescente, su reclutamiento por el KGB y la relación que tuvo con sus padres, fallecidos ambos a finales de los años 90. El documental revela así mismo los cinco intentos de asesinato de los que Putin ha sido objeto a lo largo de su carrera política

lunes, 14 de agosto de 2017

La Revolución Rusa en la prensa española: 7 de noviembre de 1917 (primera parte)

A diferencia de lo que sucede actualmente, y dejando de lado honrosas excepciones, hace un siglo el periodismo era un oficio austero y creativo cuyos obstáculos convertían a sus trabajadores en una suerte de artistas bohemios con alma de aventureros intrépidos. Sin internet ni móviles, sin redes sociales ni ordenadores, sin apenas teléfonos, de esta forma trabajaban aquellos reporteros en pos de unas noticias que nunca sabían cuándo ni en qué condiciones llegarían hasta sus lectores, pero que redactaban con pasión y compromiso. Uno de los periódicos españoles que relataron lo sucedido en Rusia en 1917 fue La Vanguardia, un diario que en aquel entonces llevaba la apostilla de «independiente» bajo el logotipo de su portada. La hemeroteca en línea de este rotativo, aún en manos de sus fundadores, la familia Godó, nos permite regresar a aquellos días y revivir, desde la perspectiva de los miles de kilómetros de distancia y del contexto social en que fue escrito, todo lo sucedido en ese país durante aquellas jornadas decisivas de la Revolución de Octubre.

John Silas Reed (Portland, Oregón, 1887 - Moscú, 1920),  
periodista apasionado, profesional y comprometido

El ejemplar 16.158 de La Vanguardia, correspondiente al miércoles día 7 de noviembre de 1917 –25 de octubre en Rusia, regido aún por el calendario juliano–, costó aquel día cinco céntimos. Era el trigésimo sexto año de existencia de este periódico cuya suscripción anual valía entonces una peseta. Sus veinte páginas se distribuían de forma muy diferente a cómo lo hacen en la actualidad los escasos medios de prensa que todavía se editan en papel. En las cuatro primeras páginas venían, por este orden, las esquelas de los fallecidos, la publicidad comercial y las notas locales. Éstas incluían la información meteorológica del día anterior y algunas noticias particulares, como las designaciones de los maestros a sus respectivas escuelas o los nombramientos de cargos públicos. En la quinta página aparecían las noticias de sociedad, política local y deportes –fundamentalmente de Barcelona– y en las tres siguientes, tras la sección conjunta sobre religión y cotizaciones bursátiles, los anuncios de espectáculos y las columnas de opinión. En la página nueve había un extenso apartado cuyo encabezamiento da una idea de cómo era esta profesión en aquella época: «Información telegráfica y telefónica particular de La Vanguardia – Servicio de nuestros corresponsales especiales y de las Agencias HAVAS, París; REUTER, Londres; WOLFF, Berlín; CORRESPONDANT BUREAU, Viena – Recibida directamente por aparatos instalados en nuestra Recepción». Dicha información se dividía por países: primero «España», hasta la página once; a continuación, «La guerra europea – Dieciséis naciones en armas», subdividido en una sección para cada uno de los Estados contendientes en la Primera Guerra Mundial. En la página doce se publicaba un resumen de noticias recibidas mediante radiotelégrafo, o lo que ellos denominaban «sin hilos», con la curiosa adenda de haber sido recogidas en la «Estación del Prat del Llobregat» (donde más adelante nacerá el aeropuerto de la capital catalana). La edición acababa con la «crónica telegráfica por provincias» y las informaciones recibidas a través de ese mismo medio pero procedentes de otros países. También con noticias culturales, marítimas y militares y una sección de anuncios con ofertas de trabajo. En todo el diario no había ni una sola fotografía, tan solo dibujos publicitarios pintados en blanco y negro.


Las once esquelas mortuorias de ese día, dos en catalán y nueve en castellano, ocuparon la portada y parte de la segunda página de la edición. No se diferenciaban demasiado de las actuales, si exceptuamos algunas costumbres funerarias que, con el paso del tiempo, se han ido perdiendo. Es el caso de la tradición de «asistir á la casa mortuoria (…) para acompañar el cadáver á la iglesia parroquial» o el ritual de «las misas después del oficio y en seguida la del perdón». Todos los fallecidos estaban casados o eran viudos y la mayoría tenía descendencia, incluida una joven de 28 años que en el momento de su muerte era madre de tres hijos, una descripción bastante fidedigna de la organización social y familiar que imperaba en este país hace más de cien años. Una de las esquelas, con el encabezamiento «Los soldados y marinos británicos», invitaba a la colonia del Reino Unido residente en Barcelona a un funeral colectivo en la parroquia de «San Vicente», en el barrio de Sarrià. La Primera Guerra Mundial, que iba por su tercer año, aparece escrita en ese recordatorio como «guerra actual».


Los anuncios publicitarios eran un compendio de productos y profesiones con un lenguaje de ventas completamente arcaico, inverosímil para los gustos actuales. Los médicos ofrecían sus servicios junto a torneros, vendedores de pianos y comerciantes de ultramarinos, como el caso de un urólogo experto en «vías urinarias, males secretos y matriz» que finalizaba su anuncio, en la segunda página, con un intrigante «especiales tratamientos para forasteros». Una substancia llamada «Fosfo-glico-kola» era descrita por sus creadores como un «poderoso reconstituyente» y el «Vino Nourry», «fortificante y depurativo» con «yodo y taninos», servía contra la «debilidad general, anemia, linfatismo y enfermedades del pecho». Sin embargo, se ofrecían también productos que continúan vigentes en la actualidad y que forman parte de las ancestrales obsesiones estéticas de la población occidental, como son los crecepelos y los tintes para las canas.


Por esas fechas, en el decimoquinto año del reinado de Alfonso XIII, la jefatura del gobierno la ocupaba desde hacía tal solo cuatro días Manuel García Prieto, del Partido Liberal, un político que llegó a estar hasta en cuatro ocasiones al frente del gobierno español, la última justo antes del golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en 1923. Y mientras las tribus del Rif continuaban sublevadas contra las autoridades coloniales españolas y francesas en Marruecos, un conflicto que iba por su sexto año y que se extendería hasta 1927, la ciudad de Barcelona se preparaba para las inminentes elecciones municipales. Es por ello que las páginas del diario destinadas a la política local dedicaban mucho espacio a los mítines de líderes como Cambó y Lerroux y a sus respectivos candidatos en el municipio. Los apartados de «sociedad» del periódico, el equivalente a la prensa rosa actual, informaban de noticias del tipo «Don Manuel Vives, teniente coronel de la guardia civil, ha pedido la mano de la lindísima, señorita Carlota Viada y Viada, para su hijo don Enrique» o «Los marqueses de Campins presentaban á sus amigos [en el teatro del «Liceo»], á su preciosa hija Pilar, alta y rubia como su madre, y también como ella elegante y distinguida». Un estilo periodístico que dejaba patente el talante ideológico clasista y liberal que tenía esta publicación en aquellos años.

La página ocho comenzaba advirtiendo en su primera columna, con un comunicado explícito, que La Vanguardia no aceptaba en aquella época «el auxilio concedido por el Gobierno a la prensa con motivo de la carestía del papel». Toda una declaración de principios sobre su jactanciosa «independencia, pero que da cuenta también de la situación crítica que se vivía en aquellos momentos en Europa. Hoy en día, en que el papel impreso está en vías de extinción por la comodidad del formato electrónico, cuesta comprender que hace tan solo tres o cuatro generaciones la escasez de un bien comercial tan básico como éste pudiese poner en peligro el derecho a la información y al conocimiento de toda una población. Tras esta advertencia, la página continuaba con columnas de opinión que son, sin lugar a dudas, el mejor retrato sociológico y antropológico de este país, desde todos los ámbitos sociales posibles. De la crítica teológica –la conveniencia o no de hacer aparecer a un actor vestido de diablo en una obra de teatro– a las reivindicaciones laborales –la elevada cifra de mujeres del sector textil que morían cada año por la tisis–, pasando por la crónica bélica sobre la Primera Guerra Mundial –con un título tan esclarecedor como «La ineficacia total de la guerra»–. La recopilación y lectura de todas estas columnas dan una visión más realista de la sociedad de 1917 que los datos aportados por los libros de historia escritos con posterioridad.

En el capítulo de ofertas y demandas laborales, pequeños anuncios de no más de treinta palabras solicitaban o ofrecían los servicios de viajantes, sirvientas, topógrafos, profesores de música, detectives, corredores de bolsa, representantes, abogados, mecanógrafas, cobradores, contables, reparadores, taquígrafas, modistas, secretarias, escribientes, encuadernadores, vendedores y mozos de almacén, incluso para «ayuda de cámara». En uno de ellos, la «Telegrafía sin hilos» era presentada como una «carrera de porvenir». Sin embargo, el reclamo que más llama la atención es el que aparece en la página dieciocho, dirigido a «Viudos y solteros», en el que se explica que «muchas señoritas de todas las edades y con dotes y fortunas de 100 a 100.000 duros desean casarse como Dios manda» y que «todas son honradas, instruidas y de buenas familias», acabando con un «no se admiten líos» y «única casa formal». Mientras tanto, algunas entidades financieras prestaban dinero «á interés módico» a cambio de papeletas del Monte de Piedad, unos resguardos que se conservaban durante un máximo de seis meses, y el gubernamental Banco Hipotecario de España concedía créditos al 3,5% para la compra de una vivienda o la edificación de obra nueva, con un ejemplo práctico publicado ese día para una cantidad de 10.000 pesetas (60 euros), a devolver en 15 años con cuotas mensuales de 84,58 pesetas (51 céntimos de euro).


Esta era la España que el 7 de noviembre de 1917 miraba hacia Rusia a través de las páginas de La Vanguardia y contemplaba, con una mezcla de curiosidad, inquietud y estupefacción, la tormenta que justo aquel día se desencadenaba en un imperio que casi todo el mundo daba ya por agonizante. Tan agonizante como la profesión de periodista un siglo después.

Mayakovski

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sábado, 2 de abril de 2016

La academia de danza para niñas de Isadora Duncan (1921-1922)

"Algunos «trueques» de propietarios hasta pueden parecer inverosímiles, como aquel que vivió un palacete de la aristocrática calle Prechístenka comprado a finales del siglo [XIX] por un comerciante de té. Su mujer, Alexandra Balashova, era una estrella del Bolshói y el salón de la casa fue revestido de espejos para ensayar. Tras la revolución los dueños escaparon a París y la casa de Prechístenka fue adjudicada por el gobierno soviético a Isadora Duncan, que abrió un estudio de baile para niños y vivió en la casa de Prechístenka junto con su marido, Serguéi Yesenin. Mientras tanto, el comerciante de té compraba una casa en París en la Rue de la Pompe. Más tarde se supo que esta casa había pertenecido ni más ni menos que a Isadora Duncan".

(Pigariova, T. (2001) Autobiografía de Moscú. Barcelona: Ed. Laertes, 2001, p. 222)


 La academia de danza de Isadora Duncan tuvo su sede en el número 20 de la calle Prechístenka, en el distrito moscovita de Khamóvniki (Jamóvniki), a medio camino entre el bulevar Zubovskiy (en el Anillo de los Jardines) y la Catedral de Cristo Salvador, que en aquellos años aún no había sido derribada. La mansión donde se instaló la escuela continúa en pie y se encuentra en perfecto estado de conservación (es un inmueble protegido que forma parte del patrimonio cultural del Estado)

Fotografía del palacete de la calle Prechístenka realizada entre 1913 y 1914. Conocida como mansión Koshina o Yermolova, fue construida a finales del siglo XVIII por el insigne arquitecto Matvéi Kazakov, autor (entre otras obras) del Palacio del Senado del Kremlin, el Palacio Petrovski y la Casa de los Sindicatos. Inicialmente fue la casa-hospital del Dr. Christian Loder donde llevó a cabo un tratamiento especial consistente en beber agua mineral, escuchar música y permanecer largos períodos de tiempo caminando por los espacios abiertos del palacete. Por esta causa sus pacientes fueron conocidos como los "vagos". Durante la invasión napoleónica de 1812, y el consiguiente incendio de la ciudad (perpetrado por sus propios habitantes), la casa sufrió graves daños. Tras su reconstrucción, vivió en ella el héroe de guerra A.P. Yermolov, hasta su defunción en 1861. Posteriormente, pasó a ser propiedad del noble V.D. Koshin, motivo por el cual es conocida por ambos nombres

 Imagen de la fachada principal de la mansión Yermolova en la década de los años 30, cuando ya no tenía nada que ver con la escuela de baile de Isadora Duncan. Después de la muerte de Yermolov en 1861, tuvo tres propietarios más: el ya mencionado B.D. Koshin (hasta 1884), V.I. Fisanov (hasta 1900) y, a partir de esa fecha y hasta la Revolución de Octubre, el empresario A.K. Ushkov, marido de la primera bailarina del teatro Bolshói Alexandra Mikhailovna Balashova. Duncan residió en esta casa, junto a Serguéi Yesenin, entre 1921 y 1924, aunque la academia solo estuvo abierta durante un año. Estas fechas varían según la fuente consultada. Debido a las duras condiciones de vida tras la Guerra Civil Rusa y a que no vio satisfechas las condiciones que impuso al gobierno soviético para emprender su proyecto de escuela de danza, acabó abandonando la URSS adonde no regresó nunca más

Fotografía de 1897 del baño árabe en el interior del palacete de la calle Prechístenka (que en aquellos años era conocido también como mansión Ushkova). La casa sufrió una primera gran reforma en 1873, obra del arquitecto A.S. Kaminski, en la cual fue redecorada con elementos de estilo rococó y barroco, como leones, águilas y grifos (las criaturas mitológicas) así como ramas de roble y laurel. El empresario del té Ushkov acometió a comienzos del siglo XX una segunda reforma, convirtiéndola en una mansión de estilo clásico e introduciendo en su salón principal los espejos mencionados por Pigariova (y que aprovechó Isadora Duncan)

 Detalle del balcón de la fachada principal fotografiado entre 1972 y 1974





 Después de la marcha de Isadora Duncan, la casa no debió destacar especialmente entre los moscovitas ni entre los visitantes de la ciudad, porque apenas hay fotografías realizadas en las décadas posteriores. Hay que remontarse hasta los años ochenta para contemplar de nuevo la mansión Yermolova en todo su esplendor. Estas fotografías fueron tomadas, respectivamente, en 1981, 1983, 1986, 1987-89 y 1989. Lo único destacable en todas ellas es la desaparición de la cúpula en la terraza del edificio, una bóveda aún presente en la década de los años 30


En 1999 se llevó a cabo la que hasta ahora es la última restauración de la masión Yermolova. El colapso de la Unión Soviética y la ola de privatizaciones de la era Yeltsin no han alterado en absoluto ni el aspecto ni los usos de este palacete: actualmente es propiedad del Cuerpo Diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa



 Fotografías de junio del año pasado realizadas desde el coche de Google Street View. Más de doscientos años de historia se encuentran contenidas entre estas paredes que permanecen impertérritas al paso del tiempo y al cambio de las épocas históricas. Vieron pasar por esa calle a las tropas napoleónicas, conocieron los avatares del siglo XIX, vivieron los acontecimientos revolucionarios de 1905 y 1917, oyeron el sonido de las bombas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial y asistieron al final traumático de la URSS. En este caso particular, fueron testigos también de la vida íntima y profesional de Isadora Duncan y Serguéi Yesenin

 Isadora Duncan fue una mujer avanzada a su tiempo en muchos aspectos. Como muestra, esta imagen en la que aparece ataviada con un vestido semitransparente mostrando sin ningún reparo su vello púbico y sus pechos. Para hacerse una idea de la osadía que supuso en aquel entonces semejante actividad artística, basta recordar que a comienzos del siglo XX la mujer española no tenía derecho a voto y no existían ni el matrimonio civil ni el divorcio. A pesar del paréntesis que supuso la II República, en las décadas posteriores a la Guerra Civil Española la mujer siguió siendo un objeto social controlado por la Iglesia Católica en términos medievales: hasta finales de los años setenta no podía firmar un contrato de trabajo o abrir una cuenta corriente en un banco sin el consentimiento explícito del marido. Y mostrar su cuerpo desnudo, como en el caso de Isadora Duncan en esta fotografía, era considerado un pecado mortal castigado, según decían los confesores, con el infierno


Isadora Duncan (San Francisco, 1877 - Niza, 1927) fue una bailarina y coreógrafa norteamericana de fama mundial, considerada por muchos como la creadora de la danza moderna. Hija de un ingeniero de minas y banquero y de una pianista, creció en un ambiente artístico que llevó a sus tres hermanos a dedicarse también a la danza. Su familia se arruinó cuando era muy pequeña y sus padres acabaron divorciándose. Para poder sobrevivir, tuvo que trabajar de costurera y de profesora de piano. Simpatizante comunista, bisexual, escandalosa, rebelde, independiente y autodidacta, Duncan aprovechó las clases de danza, recibidas en su casa desde los seis años de edad, para convertirse en bailarina profesional, triunfando rápidamente en los escenarios de América y Europa. Frecuentó los círculos intelectuales de Greenwich Village en Nueva York donde conoció, entre otros, al periodista John Reed y a la anarquista Emma Goldman. Sus simpatías por el régimen soviético la llevaron a trasladarse a Moscú en 1921, donde fundó su escuela de baile para niñas. Aunque Reed había muerto allí un año antes (de tifus), es probable que se fuese a vivir a la Rusia soviética influida por el periodista de Oregón y otros miembros de los círculos izquierdistas norteamericanos. En Moscú conoció al poeta Serguéi Yesenin, con quien se casó en 1922 y compartió casa (la mansión Yermolova) hasta 1924. El carácter violento del poeta ruso, así como las discrepancias artísticas que Isadora Duncan mantuvo con los dirigentes soviéticos, acabaron pronto con su proyecto. Divorciada de Yesenin, se trasladó a vivir a Francia, donde comenzó su periodo de decadencia personal y profesional. Sola, alcoholizada y arruinada, falleció en Niza en 1927 víctima de un extraño accidente de automóvil: murió estrangulada cuando el extremo del fular que llevaba alrededor del cuello se enredó en la rueda del coche en el que iba sentada en el lado del acompañante. Esta muerte trágica, digna de sus 'performances' artísticas, engrandeció su leyenda hasta convertirla en un mito. Está enterrada en el cementerio parisino de Père-Lachaise. Sus dos hijos, que tuvo como madre soltera, habían fallecido en 1913 ahogados en el río Sena

Serguéi Alexándrovich Yesenin (o Esenin) (Konstantíovo, 1895 - Leningrado, 1925) fue un poeta ruso exponente de la llamada intelectualidad campesina. Alabado por Gorki, estudió para maestro y trabajó como corrector de pruebas de tipografía hasta que pudo dedicarse a su labor poética ensalzando en ella el arte popular basado en imágenes. Fue seguidor de los 'eseristas' (socialistas revolucionarios de izquierda) y recibió con entusiasmo la Revolución de Octubre, pese a discrepar en aspectos como los 'mujik', cuyo "reinado" -tal como él lo llamaba- se oponía a la utopía socialista. Violento y alcohólico, tuvo una vida sentimental y familiar muy convulsa. En 1922 contrajo matrimonio con Isadora Duncan, 17 años mayor que él. Luego de viajar juntos por Europa Occidental y Estados Unidos, se acabaron divorciando para casarse de nuevo, y por última vez, con Sofía Andréyevna Tólstaya, nieta de Tolstoi. Se ahorcó en el hotel Anglaterre de Leningrado el 27 de diciembre de 1925, a los 30 años de edad, dos años antes de que Duncan muriese también estrangulada aunque en circunstancias diferentes. En el bulevar Tverskoy hay una estatua de Yesenin inaugurada en 1995. La fotografía donde aparecen ambos es de 1923

Por lo breve y agitado de la época en la que funcionó su estudio de danza, existen muy pocas imágenes de Isadora Duncan en Moscú. Una de ellas es esta curiosa postal, con una foto de ella y sus alumnas rusas acompañada de una inscripción a mano donde puede leerse, destacado, su apellido (ДУНКАН) y el año de su defunción (1927). Posiblemente se trate de un trabajo escolar o un homenaje particular dedicado a la bailarina norteamericana

Una de las noticias de prensa aparecidas en septiembre de 1927 donde se anunciaba la muerte de Isadora Duncan

 En 1968, el realizador de origen checoslovaco Karel Reisz dirigió Isadora, biopic sobre la célebre bailarina protagonizado por Vanessa Redgrave. En algunas escenas de la película se relata la parte de su vida transcurrida en la Unión Soviética (en este trailer se la ve danzando con miembros del Ejército Rojo y siendo maltratada por Yesenin)