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martes, 20 de junio de 2017

Movie mistakes: Una localización equivocada en un episodio de la serie "The Americans"


La calidad cinematográfica y la fuerza narrativa de la serie de televisión "The Americans" la hacen merecedora de una disculpa ante cualquier error técnico o artístico que se haya podido producir a lo largo de su rodaje. Ambientada en su mayor parte en la ciudad de Washington DC durante los últimos coletazos de la Guerra Fría, la serie está basada en los recuerdos como agente de la CIA de su creador, Joseph Weisberg, y en lo (poco) que se sabe del legendario Directorio S del KGB, un programa soviético de formación de agentes secretos cuyos integrantes habrían sido criados desde niños dentro de los Estados Unidos. Sus interesantes subtramas, los requiebros en el guión y las afiladas aristas en la identidad de sus personajes protagonistas están haciendo de ella una verdadera serie de culto mucho antes de que desaparezca de las parrillas televisivas. Una serie de culto que no está exenta de errores, como ya he dicho, disculpables.

En una de las últimas escenas del episodio doce de su quinta temporada, cuya emisión acaba de finalizar hace unos días, el agente del KGB Oleg Búrov interpretado por el actor de Kaliningrado Costa Ronin pasea pensativo, tras una conversación con su padre, por la ciudad de Moscú. Luego, al cabo de unos segundos, la cámara nos muestra cómo Búrov se detiene junto a una de las barandillas del puente Bolshói Ustinskiy, situado a un kilómetro al sureste de la plaza Roja, para contemplar, desde lejos, el Kremlin. Aunque la secuencia transcurre de noche, hay un detalle que llama inmediatamente la atención en el encuadre de ese conocido paisaje urbano junto al río Moscova: falta el hotel Rossía. Construido entre 1964 y 1967, año de su inauguración, durante un tiempo fue el hotel más grande del mundo, con 3.170 habitaciones. Tras cuarenta años en funcionamiento, el Rossía cerró sus puertas a finales de 2005, siendo demolido por completo entre 2006 y 2007. En esas cuatro décadas, el emblemático establecimiento soviético formó parte del panorama que ofrecía la plaza Roja desde cualquiera de sus perspectivas, sobre todo desde el otro puente más cercano, el Bolshói Moskvoretskiy. Teniendo en cuenta que la serie de Weisberg está ambientada en los años ochenta del siglo pasado, cuando aún existía el hotel, esa noche la gigantesca mole de su edificio debería haber impedido a Oleg Búrov ver una parte del Kremlin, sobre todo la torre Spasskaya (la del reloj) que sí se ve en esa escena.

Lo que contemplamos realmente a través de la mirada de Búrov es el actual descampado donde hasta hace tan solo diez años estuvo el hotel Rossía. Rodeado por una inmensa valla publicitaria, en ese lugar está proyectado un moderno parque público que algún día se extenderá sobre los terrenos del desaparecido hotel. Sorprende un error como éste, breve pero sutil, en una serie cuya producción se puede permitir, sin lugar a dudas, la contratación de los mejores especialistas en disfraces, pelucas, armas de fuego, terminología específica, burocracia, política internacional, artes marciales, idioma ruso, vehículos de la época y, así debiera ser también, antiguos edificios en la Unión Soviética. Pero como decía al principio, a una extraordinaria serie como ésta todo se le debe perdonar.

Mayakovski

Min. 39:12 del Cap. 12 de la T5 de "The Americans": Después de una conversación con su padre, un ministro del gobierno de la URSS, Oleg Búrov pasea sobre el puente Bolshói Ustinskiy en dirección noreste

Min. 39:20. Oleg se detiene junto a la barandilla y mira hacia el Kremlin

Mapa actual de la zona del río Moscova junto al Kremlin (que aparece a la izquierda de la imagen). Al lado de la flecha roja está el puente Bolshói Ustinskiy, desde el que se asoma Búrov mirando en dirección noroeste. En ese descampado del centro de la imagen estuvo el hotel Rossía

Min. 39:30. Oleg observa el Kremlin, el centro del poder soviético para el que trabajan él y su padre

Min. 39:34. Esto es lo que Búrov ve, supuestamente, desde la barandilla del puente Bolshói Ustinskiy, en 1983 o 1984. Señalado con la flecha blanca, el espacio donde en esa época se erigía el hotel Rossía

Esto es lo que debería haber visto Búrov desde ese lugar, aunque de noche. Sobre la parte izquierda de la terraza del hotel sobresale la punta de la torre Spasskaya, que durante 40 años permaneció oculta a la vista de los transeuntes del puente Ustinskiy. La fotografía es de 1998



Fotografías tomadas desde el puente Bolshói Ustinskiy en dirección hacia el Kremlin. Las imágenes son, respectivamente, de 1974-76, 1976 y 2000. Hasta su demolición en 2007, el hotel Rossía tapó la vista de una parte del Kremlin

Min. 39:49. Oleg Búrov prosigue su paseo por Moscú, en la misma dirección y sentido que llevaba antes de detenerse en el puente Bolshói Ustinskiy para observar el Kremlin

El puente Bolshói Ustinskiy, que substituyó a otro más antiguo y estrecho, fue construido en 1938 por el ingeniero industrial V.M. Vakhurkín y los arquitectos G.P. Golts y D.M. Sobolev. Detrás se encuentra el edificio Kotelnicheskaya, uno de los Rascacielos de Stalin, diseñado por el mismo arquitecto que creó el hotel Rossía, Dmitri N. Chechulin (1901-1981). La fotografía fue tomada por el autor del blog en agosto de 2006, desde la riba del río Moscova. Al fondo se ve el puente Mali Ustinskiy, sobre la desembocadura del río Yauza


Los elementos urbanos que aparecen en la escena de "The Americans" (barandilla, farolas, bordillo) coinciden con los que hay realmente sobre el puente. Sin embargo, este lugar no está referenciado en el apartado Filming Locations de IMDb. El error no aparece tampoco en la página web Movie Mistakes. Las fotografías son del autor del blog realizadas en 2006

Imagen del hotel Rossía tomada desde el puente Bolshói Ustinskiy, mientras era demolido en agosto de 2006 (fotografía del autor del blog)


sábado, 7 de enero de 2017

Otro año más, el río Moscova se ha helado

La webcam situada en el malecón Kotel'nicheskaya -cerca del rascacielos homónimo construido en tiempos de Stalin- nos ofrece esta mañana una imagen del río Moscova completamente helado. Con una temperatura ahora mismo de -28ºC, a los moscovitas les espera un sábado muy frío y desapacible, nada fuera de lo normal para estas fechas, aunque los mismos rusos comentan que los inviernos ya no son tan extremos como hace décadas. El de la imagen es el malecón Kosmodamianskaya, situado frente al Kotel'nicheskaya

 La webcam de la que procede la fotografía anterior (flecha blanca) apunta en dirección noroeste. En el extremo superior izquierdo se ve una parte de la plaza Roja y el Kremlin

 El hecho de que el río Moscova esté helado no siempre impide que sea navegable. Esta imagen de archivo -entre los malecones Kremlevskaya (a la derecha) y Sofiyskaya- así lo demuestra

jueves, 28 de julio de 2016

"Oxygen in Moscow": el concierto de música más multitudinario de la historia


Ocurrió el 6 de septiembre de 1997, durante las celebraciones del 850º aniversario de la fundación de la ciudad de Moscú. Jean-Michel Jarre, con su espectáculo de música electrónica "Oxygen Tour", consiguió reunir la cifra récord de 3,5 millones de personas frente a la entrada principal del rascacielos estalinista de la Universidad Estatal Lomonósov, en las Léninskiye Gory ("Colinas de Lenin", renombradas dos años más tarde Vorobiovy Gory, "Colinas de los gorriones").

Pese a la magnificencia indiscutible del acontecimiento, esta descomunal asistencia al concierto de Jarre, que fue real, hay que desgranarla añadiendo unos cuantos matices. En la explanada ajardinada del campus, comprendida entre las columnas propileas del edificio, donde se instaló el escenario, y el mirador situado a 220 metros de altura sobre el río Moscova, se congregaron tan solo medio millón de espectadores (no había espacio para más), una séptima parte de la cantidad de asistentes oficialmente contabilizados. El resto se repartió por las inmediaciones del lugar o se emplazaron en zonas muy alejadas del collado donde se encuentra el rascacielos. Entre estos últimos, muchos tuvieron que contemplar -o intuir- el montaje del músico francés desde las calles que hay más allá del estadio Luzhnikí, situado a una distancia de 2 kilómetros en línea recta del edificio universitario. Algunas fuentes afirmaron en su día que, en momentos puntuales, 5 millones de personas siguieron en directo el espectáculo de Jean-Michel Jarre, la mitad de la población que vivía en aquel entonces en la capital rusa.

Aunque las noticias sobre lo sucedido aquella noche han quedado convenientemente ocultadas en una opacidad de la cual se renegaba en tiempos soviéticos, testimonios de asistentes al evento hablan de actos de vandalismo, saqueos masivos, transportes públicos colapsados, autopistas y carreteras bloqueadas, peleas multitudinarias, coches destrozados, escenas de pánico y, como consecuencia de todo ello, un número indeterminado de personas fallecidas por asfixia y aplastamiento. La organización, desbordada seguramente por lo novedoso de las circunstancias, falló en sus previsiones. Transcurridos casi veinte años desde entonces, siguen sin conocerse exactamente las consecuencias humanas de aquella fiesta tumultuosa.

Jean-Michel Jarre, gran admirador del pintor Kazimir Malévich, es hijo de Maurice Jarre, el compositor de la famosa banda sonora de la película "Doctor Zhivago", del director británico David Lean. Su guionista, Robert Bolt, se inspiró en la novela homónima del escritor soviético Borís Pasternak, ambientada parcialmente en Moscú. Así pues, en cierta manera el círculo (musical) se cerró esa noche durante los festejos por el aniversario de la ciudad. Para colmo de las casualidades, existe una conexión española en este rompecabezas artístico: el film se rodó en Madrid en 1965 y Jean-Michel, de 68 años de edad, vive en Ibiza desde hace unas cuantas décadas. 


Para entender lo sucedido aquel día hay que situarse en el contexto del país, con la palabra "exceso" como concepto que lo explica casi todo, comenzando por la esencia misma del concierto. El pueblo ruso era en aquella época, seis años después de la desaparición de la URSS, como un niño sobreprotegido y reprimido que salía de un cascarón en el que había estado metido casi tres cuartos de siglo. Algo parecido a un adolescente colocado frente a una mujer desnuda e incitado a las más absurdas y extravagantes formas de onanismo. Borís Yeltsin, su presidente, estaba enfermo del corazón (sufrió un quíntuple baipás en 1996) y aparecía ebrio en la mayoría de los actos oficiales a los que asistía -casi siempre tambaleante, para vergüenza de sus compatriotas-. No se sabe si el ataque de risa que sufrió Bill Clinton en la Casa Blanca en 1995, durante la visita oficial de Yeltsin a los EE.UU., fue por haberle visto tocar el trasero a alguna funcionaria (una costumbre muy arraigada en él) o por el placer de contemplar al gran oso ruso de rodillas y humillado frente al mundo capitalista. Lo cierto es que en aquellos años los ex ciudadanos soviéticos no le hacían ascos a pasarse horas haciendo cola para comer una hamburguesa en el McDonald's de la plaza Pushinskaya. O para comprar productos cuya necesidad les era desconocida una década atrás. El objetivo era parecerse a sus vecinos del Oeste, vistiendo sus pantalones vaqueros e imitando sus costumbres, multiplicándolas por cinco o por veinte, si hacía falta, hasta rozar el ridículo.

Hablamos de la época del gran saqueo del plan de privatizaciones "préstamos por acciones" de Anatoli Chubáis, el mayor expolio institucional de la historia llevado a cabo por miembros corruptos de la corte de Yeltsin. El patrimonio estatal de la URSS, con la excusa de su privatización, fue repartido entre la población rusa en forma de vales gratuitos, pasando a ser los nuevos "propietarios" de los bienes nacionales. A continuación, bancos y oligarcas rusos, financiados con préstamos ventajosos ofrecidos por el mismo Estado, recompraron esos vales a precios irrisorios. Un timo que merece estar entre los más grandes que ha conocido el mundo moderno y que deja las acciones preferentes españolas como un vulgar juego de trileros. La consecuencia de todo aquello es que el 85% del país fue a parar al bolsillo de una minoría que, paradojicamente, había tenido carnet del PCUS o del Komsomol soviético.  

Era la Rusia del golpe de Estado de Yeltsin en septiembre de 1993 para frenar a sus detractores en el parlamento, con el silencio cómplice de la Unión Europea y los EE.UU. O la del pucherazo electoral de 1996, cuando los comunistas de Ziugánov obtuvieron más votos que el partido del presidente alcohólico pero fueron alejados del poder mediante la manipulación en el recuento de votos. Y todo ello pese a la campaña de desinformación que padecieron los rusos durante ese año, fruto de los 500 millones de dólares que recibió Yeltsin del sector privado -cuando el máximo estipulado por ley era de 3 millones- y que invirtió en publicidad televisiva, alertando de la "vuelta al totalitarismo" si no se le votaba a él (en España sabemos mucho de estos miedos atávicos). Era, en definitiva, la Rusia de los diez millones de personas que desaparecieron del censo durante esa década, y de los cuales aún no se tiene noticia.


Las escenas de jóvenes rusos bailando esa noche como chamanes animistas, con un estilo más propio de un concierto de Jim Morrison en los años sesenta, o agarrados como si acabasen de ganar la Segunda Guerra Mundial -un pueblo no se vuelve cosmopolita en apenas un lustro-, son una buena muestra de ese momento histórico que estaba viviendo el país. El festival "Monsters of Rock" celebrado en el aeropuerto de Tushino (Moscú) en septiembre de 1991, un mes después del golpe de Estado contra Mijaíl Gorbachov, fue la antesala de lo que vendría a partir de la inminente disolución de la URSS, ocurrida en diciembre de ese mismo año. Supuso el inicio de una serie de desmanes y de comportamientos excesivos -en todos los sentidos, como hemos visto- que duraron hasta la llegada al poder de Vladímir Putin.

"Oxygen in Moscow" fue un montaje lleno de excentricidades y contrastes que, en lugar de ensalzar la nueva Rusia democrática y postsoviética, como se supone que pretendían sus organizadores, sirvió de homenaje inintencionado a la estética revolucionaria de la década de los años veinte y treinta. Con el edificio estalinista de la Universidad Lomósonov como monumental y megalómano telón de fondo, por su fachada desfilaron proyecciones luminosas de cosmonautas soviéticos, estrellas rojas de cinco puntas, representaciones populares de la vanguardia constructivista y rótulos artísticos de Aleksandr Ródchenko (entre ellos, el magistral del "Mosselprom"). Hubo incluso una conexión en directo con la nave espacial soviética MIR. Ni en tiempos del realismo socialista se hubiesen podido imaginar un espectáculo propagandístico como éste. El por entonces alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, hizo de improvisado pregonero ataviado con una gorra leninista con la que parecía recién llegado a Petrogrado procedente del exilio. Para acabar de reforzar estas referencias simbólicas presentes aún en el imaginario del pueblo ruso, la música de Jean-Michel Jarre remitió a muchos de los asistentes a las composiciones electrónicas de Eduard Artemiev y, cómo no, a las películas de su amigo Andrei Tarkovsky.

Si querían resquebrajar el alma rusa de los moscovitas, posiblemente consiguieron lo contrario. De ahí que ahora, dos décadas después, estemos viviendo un retorno fulgurante a las esencias nacionalistas de Stalin y Nicolás II, de Pedro el Grande e Iván el Terrible, en esta amalgama ideológica tan delicada en el actual contexto internacional, pero evidente, y en cierta manera lógica, a los ojos de cualquier conocedor de la historia reciente de Rusia.

Mayakovski





viernes, 4 de septiembre de 2015

El cielo sobre Moscú: la perspectiva de Kirill Oreshkin

Kirill Oreshkin es el escalador urbano más osado de toda Rusia. Los selfies en los que aparece colgado de lo alto de rascacielos y obras de ingeniería del país desafían el sentido común y la Ley de la Gravedad. Literalmente, ponen los pelos de punta. Esas imágenes con sus proezas suicidas nos permiten observar planos cenitales y perspectivas inéditas de muchos edificios emblemáticos de la ciudad de Moscú, entre ellos algunos de la época soviética. He aquí una muestra.


 Situación de los lugares fotografiados: 1) Edificio de viviendas en la plaza Kudrinskaya; 2) Edificio administrativo y de viviendas en la plaza Krasnye Vorota; 3) Hotel Leningradsky en la plaza Komsomólskaya; 4) Universidad Estatal M.V. Lomonósov en Vorobiovi Gori (Colina de los gorriones); y 5) Obelisco del Parque de la Victoria

En este gráfico aparecen cuatro de los cinco edificios donde ha trepado Kirill Oreshkin. La numeración no se corresponde con la anterior. Son cuatro de las Siete Hermanas de Stalin



 1) El edificio de viviendas en la plaza Kudrinskaya, de 156 metros de altura. Diseñado por los arquitectos M.V. Posojin y Ashot A. Mndoyants, fue construido entre 1948 y 1954. El 'selfie' desde la estrella, en el punto más alto, está tomado en dirección sur-suroeste. Al fondo puede verse la 'Casa Blanca', la antigua sede del Soviet Supremo de la República Socialista Federativa Soviética Rusa (RSFSR) 

 
 2) Edificio administrativo y de viviendas en la plaza Krasnye Vorota (Puerta Roja), antigua plaza Lermontovskaya, de 138 metros de altura. Diseñado por los arquitecto Alekséi N. Dushkin y Boris S. Mezentsev, se construyó entre 1947 y 1952. La autofoto está sacada en dirección este. A la derecha de ambas imágenes se ve perfectamente la Casa-Locomotora de Iván Fomin, con su característica torre del reloj, un edificio constructivista que fue sede en el pasado del Comisariado del Pueblo de Comunicaciones



 3) Hotel Leningradsky, en la plaza Komsomólskaya, concretamente en la calle Kalanchevskaya. Es obra de los arquitectos L. Polyakov y A. Boretsky. Con una altura de 136 metros, fue construido entre 1943 y 1953. La fotografía de Kirill Oreshkin está tomada en dirección este-noreste





  4) Universidad Estatal M.V. Lomonósov, en las Colinas de los gorriones (antiguas Colinas Lenin). Diseñado por un equipo de arquitectos encabezado por Lev V. Rúdnev, el edificio fue construido entre 1949 y 1953. Tiene 240 metros de altura. El primer 'selfie' está obtenido en dirección este. Las dos imágenes cenitales de Oreshkin muestran la entrada principal de la universidad, en el lado norte del edificio, donde se halla el Mirador de los gorriones. En la segunda foto dicha entrada está en la parte inferior de la imagen. En la tercera, en el lado izquierdo


 5) Obelisco del Parque de la Victoria (Park Pobedy), en la Colina Poklonnaya (Colina de la Reverencia), frente al Museo de la Gran Guerra Patria. El obelisco es obra de Zurab Tsereteli y fue inaugurado en 1995 (50º Aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial). Tiene 141,8 metros de altura. Esta cifra no es casual: la guerra en la URSS duró exactamente 1.418 días. El 'selfie' está tomado en dirección sur-sureste. La segunda fotografía es del autor del blog y fue realizada en agosto de 2006


Por si a alguien le queda alguna duda sobre el grado de osadía del joven Oreshkin y su grupo de amigos, unos ejemplos más de sus escaladas urbanas (no todas en Moscú):