jueves, 26 de noviembre de 2015

Kim Philby en la plaza Pushkinskaya

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"En marzo de 1963, el Gobierno británico no tuvo más remedio que ceder a la intensa presión de los medios y reconocer que Philby se hallaba en paradero desconocido. Tres meses más tarde, Edward Heath, entonces lord del Sello Privado, hizo pública una declaración en la que decía lo siguiente: «Desde que el Sr. Philby dimitió del Ministerio de Exteriores en 1951, hace doce años, no ha tenido acceso a información oficial de ningún tipo». Ese mismo mes, Philby obtuvo la ciudadanía soviética. «Hola, Sr. Philby», fue el titular del Izvestia, el órgano oficial soviético, al que acompañaba una imagen del desertor en la plaza Pushkin. Así empezó el Gran Mito de Philby: el superespía que había engañado a Gran Bretaña, divulgando sus secretos y los de sus aliados durante treinta años y huido a Moscú en un triunfal coup de théâtre final que había dejado a los ingenuos agentes del MI6 mesándose las barbas de desesperación. Esta imagen mítica, elaborada por la propaganda rusa y difundida desde un principio por el propio Philby, no ha perdido vigencia desde entonces".

(Macintyre, B. (2014) Un espía entre amigos. La gran traición de Kim Philby. Barcelona: Ed. Crítica, 2015, pp. 344-345)



Fotografía en blanco y negro de Kim Philby atravesando el bulevar Strastnoy desde la plaza Pushkin. Sería la que, supuestamente, apareció publicada en el diario soviético 'Izvestia' en junio de 1963. Las otras dos imágenes (de Google Street View) son de septiembre de 2014, en un día en el que la circulación por la calle Tverskaya había sido cortada por algún evento festivo. Están tomadas desde el punto donde se realizó la primera, con la misma farola y el mismo edificio justo detrás, aunque con más mobiliario urbano a su alrededor. Pese a que esta imagen de Philby aparece en el libro de Ben Macintyre 'Un espía entre amigos' sin una fecha concreta en el pie de foto, algunas otras fuentes (como, por ejemplo, un artículo de NewStatesman de 2014) la sitúan en 1968, cinco años después de su deserción. Su aspecto físico, bastante más grueso que en fotografías anteriores, avalaría esta hipótesis. Puede que exista, efectivamente, otra foto de Philby en la plaza Pushkinskaya. O que el autor haya confundido esta imagen con la publicada en 'Izvestia' en 1963. Aunque la excelente -y reciente- obra de Macintyre está muy bien referenciada, el tiempo transcurrido desde entonces, además de los efectos de la propaganda de la Guerra Fría en ambos bandos, bien podrían haber alterado algunos de los datos que aparecen en sus páginas. Precisamente en este mismo libro su autor pone en boca de Guy Burgess, otro de los miembros del Círculo de Cambridge, un comentario sobre la "Rusia soviética" comparándola con "Glasgow un sábado por la noche en la época victoriana" (p. 362). Sin embargo, en 'Philby, maestro de espías' (Ediciones B, 1989), Phillip Knightley explica que esta frase la usó Burgess para describir a un amigo cómo era la ciudad industrial de Kúibyshev adonde él y Maclean fueron trasladados por el KGB tras su deserción (p. 243). Su intención no fue, pues, generalizar sobre el ambiente urbano que había en la Unión Soviética en aquellos años. Teniendo en cuenta que la obra de Knighley aparece en la bibliografía de 'Un espía entre amigos', lo más probable es que Macintyre modificase el sentido del comentario de Burgess para enfatizar, incluso exagerar, la impresión que causaba en los desertores británicos su llegada a la capital de la URSS. Una tergiversación que, una vez más, ahonda en la deformación de la realidad de todo lo que respecta a ese período de la historia


sábado, 21 de noviembre de 2015

Los dobles cinematográficos de Putin y Trotski: escenarios moscovitas para un biopic

La edición digital de la revista Fotogramas publicó este pasado mes de junio una colección de montajes fotográficos en los que comparaba los rostros de actores y actrices del mundo del cine con los de celebridades de la historia universal. Entre ellas, Vladímir Putin y Lev Trotski. Y lo cierto es que el parecido entre estos líderes políticos rusos y los actores norteamericanos Macaulay Culkin y Andrew Garfield es, como reza una famosa sección de esta revista, más que razonable. Dejando de lado productos fallidos y claramente tergiversados como Admiral (Andrey Kravchuk, 2008), el cine ruso no se prodiga demasiado en biopics exportables al resto del mundo sobre personajes que hayan protagonizado capítulos trascendentales de la historia de su país. Películas biográficas, asequibles a nuestros parámetros culturales, que no contengan los típicos prejuicios, lugares comunes y maniqueísmos impuestos por la complacencia pro-occidental de los directores o por el tradicional filtro de las productoras. Un filtro que acaba siempre entelando el resultado artístico final de estos productos.



La figura de Trotski ha sido objeto de numerosos documentales sobre su actividad revolucionaria en Rusia y su posterior asesinato en México. También ha aparecido en largometrajes históricos interpretado por actores de la talla de Geoffrey Rush (Frida, 2002), Stuart Richman (Reds, 1981) o Richard Burton (The Assassination of Trotsky, 1972). La base de datos IMDb tiene contabilizados un total de veintiséis producciones internacionales, incluyendo TV movies, con Trotski entre sus personajes protagonistas. La última es, curiosamente, una biografía sobre sus últimos años en el exilio dirigida por el español Antonio Chavarrías (El elegido, 2016). Precisamente por el interés que suscita su ejecución a manos de Ramón Mercader, es por lo que se hace imprescindible una nueva revisión de su vida que contemple desde los años en los que residió en Nueva York, antes de la Revolución de Octubre, hasta su paso por el menchevismo y el papel clave que tuvo como creador y organizador del Ejército Rojo. La semblanza entre Garfield y Trotski -el mismo peinado y ese mentón y nariz casi idénticos- ayudarían sin duda a trasladarnos hasta las entrañas mismas del personaje. Sin olvidar que muchos de los lugares donde llevó a cabo su actividad política continúan existiendo hoy en día. Por ejemplo, las 'galerías comerciales del centro' en la plaza Roja de Moscú, construidas por Roman I. Klein a finales del siglo XIX substituyendo a las que había diseñado Joseph Bové tras el incendio de la ciudad en 1812. En ese lugar Trotski instaló la Segunda Casa del Comité Militar Revolucionario que él mismo dirigió. Dichas galerías se encuentran entre las calles Ilinka y Varvarka, frente a la Catedral de San Basilio. Justo al lado de las famosas 'galerías comerciales superiores', construidas en la misma época por Vladímir Shújov y llamadas GUM en tiempos soviéticos. Por desgracia, el despacho de Trotski desapareció hace algunos años, víctima de una restauración integral de todo el edificio que no respetó este espacio. 



Las 'galerías comerciales del centro', sede de la Segunda Casa del Comité Revolucionario Militar, fotografiadas en la actualidad y durante el desfile del 1º de Mayo de 1967, cuando su fachada servía de aparador de la propaganda soviética
(Fuentes:https://ru.wikipedia.org/wiki/Заглавная_страница y www.pastvu.com)

¿Y qué decir de Putin? Hace años que el mundo entero espera la publicación de una biografía veraz y rigurosa sobre el líder ruso del siglo XXI. Una obra que vaya más allá de las críticas feroces que arrojan sobre él sus detractores y de las visiones endiosadas de sus apologetas. Que aclare capítulos deformados de su vida y leyendas urbanas que no han hecho más que engrandecer el mito creado alrededor de su figura. ¿Es cierto, como afirma el periodista Daniel Utrilla, que en su juventud fue un aburrido y oscuro burócrata del KGB muy lejos de la imagen idealizada del espía de la Guerra Fría? ¿Es verdad que, tras el colapso de la URSS, ejerció de taxista durante unos meses en San Petersburgo, tal como lo cuenta Emmanuel Carrère en su obra Limónov (Anagrama, 2013)? De ser cierto este hecho, por otra parte bastante surrealista, sin duda resultó determinante para generar en él la necesidad de llegar hasta la cima del poder y arrasar con todo aquello que supuso su humillación profesional. Un elemento argumental que en manos de un buen guionista produciría una obra cinematográfica de incalculable calidad. Esta adaptación a la pantalla de la vida de Putin tendría en Macaulay Culkin, convenientemente tratado de sus adicciones, a su doble perfecto. Ese labio inferior carnoso y esos párpados caídos transmitirían toda la fuerza de una mirada que, dicen, resulta inolvidable para todos aquellos que la han tenido a pocos centímetros de su cara. La mirada de un personaje fundamental en la historia contemporánea. 

Mayakovski

sábado, 7 de noviembre de 2015

98º Aniversario de la Revolución de Octubre


Ahora mismo son las tres de la madrugada del día 7 de noviembre de 2015, el 25 de octubre según el antiguo calendario juliano. Se cumplen pues noventa y ocho años de la Revolución de Octubre de 1917. Si lo que queremos es celebrar esta efeméride de forma rigurosa deberemos esperar unas cuantas horas, hasta las nueve y treinta y cinco minutos de la noche, para así conmemorar formalmente el inicio del asalto al Palacio de Invierno en Petrogrado. Fue en ese preciso instante cuando el crucero Aurora realizó un disparo de fogueo desde el río Neva como aviso para las tropas revolucionarias que se encontraban apostadas frente al centro del poder zarista en Rusia. A partir de ese momento el rumbo de la historia viró bruscamente en medio de un contexto social y político de una trascendencia equiparable a la de la Revolución Francesa y la Revolución Industrial.

Si yo viviese en Moscú, algo que realmente me encantaría, mañana por la mañana celebraría este aniversario recorriendo los paisajes urbanos de la ciudad relacionados con la Revolución de Octubre. Comenzaría, por supuesto, en la plaza Roja, concretamente visitando el exterior de la torre Nikolskaya, el punto de la muralla del Kremlin por donde penetraron los revolucionarios en la fortaleza moscovita. Para ser sinceros, y que nadie nos acuse de tergiversar la historia, este enfrentamiento no sucedió exactamente el mismo día que la toma del Palacio de Invierno, sino unos días más tarde. Al contrario que en Petrogrado, en Moscú las tropas bolcheviques fueron inicialmente repelidas por el ejército zarista hacia calles adyacentes a la plaza Roja. La Revolución, como todos los hechos importantes, no se fraguó en un solo día. Hicieron falta  muchos años de lucha obrera y campesina para lograr lo que se consiguió tras la victoria en la Guerra Civil Rusa. El 25 de octubre es, simplemente, una jornada simbólica en la que, como decía Lenin, se precipitaron décadas en las que parecía que no pasaba casi nada.

Siguiendo con mi ruta conmemorativa, a continuación me dirigiría hacia el edificio del Arsenal, en el interior del Kremlin, lugar de combates y de fusilamientos de soldados que se unieron a la Revolución (una placa recuerda estos acontecimientos). Y no estaría nada mal aprovechar la entrada en este recinto amurallado para dar una vuelta por todo el conjunto de construcciones civiles y religiosas que lo integran, imaginando emplazamientos ya desaparecidos hace mucho tiempo -como, por ejemplo, el Pequeño Palacio Nicolás en el sitio del actual Palacio del Presidium- con las marcas de los proyectiles lanzados durante las escaramuzas que tuvieron lugar a lo largo de esos días. Una vez de regreso a la plaza Roja, visitaría, cómo no, el Mausoleo de Lenin y las tumbas colectivas del cementerio del Kremlin. Concretamente, la ocupada por el periodista norteamericano John Reed, el autor de 'Diez días que estremecieron al mundo'. Para acabar el paseo por esta zona de la capital rusa, recorrería de arriba a abajo la moderna y comercial calle Nikolskaya, denominada 25 de Octubre entre 1935 y 1990. Se trata de la vía que penetra perpendicularmente en el Kremlin a través de la torre Nikolskaya. De ahí sus respectivos nombres, tanto el zarista como el soviético.




Seguidamente, comenzaría un tour mucho más amplio a lo largo de la ciudad. Por ejemplo, yendo hasta el bulevar Tverskoy y localizando el cubo revolucionario de granito que se encuentra instalado en el césped del paseo central. Un monumento que señala el lugar exacto donde se produjeron durísimos combates durante las revoluciones de 1905 y 1917. Al final del bulevar, en la Nikitsky Vorot, hay una placa que conmemora estos hechos, concretamente en la fachada de la esquina con la bolshaya Nikítskaya, antigua calle Herzen. Y, aunque no hace referencia a la Revolución de Octubre sino a la de 1905, merecería la pena acercarse también al espectacular monumento de la plaza Krasnoprenenskoy Zastavy.



Ya por la tarde iría al Museión, frente al parque Gorki, para contemplar las estatuas de las figuras más señeras de la Revolución de 1917: la de Dzerzhinski, la de Sverdlov, la de Maksim Gorki y, por supuesto, los bustos de Lenin y Stalin diseminados por este singular espacio abierto al público en pleno centro de la ciudad. Y, ya que se encuentra prácticamente al lado del Museión, es casi inevitable acudir a la plaza Kaluzhskaya, para rendir tributo a la última estatua de Lenin instalada en Moscú antes de la desaparición de la URSS. Hoy, dada la fecha que celebramos, esta plaza merecería recuperar, por un día, su antiguo nombre: Oktyabr'skaya (Octubre). En la misma dirección, unos cientos de metros más al este, está la plaza Serpukhovskaya, donde se halla la estación de metro Dobryninskaya. Allí, junto a la puerta de entrada, hay un busto del revolucionario Pietr Georgiyevich Dobrynin (1884-1917), muerto en este mismo lugar combatiendo contra los cosacos y los dragones del zar. 





Y para acabar el día, qué mejor que honrar a los muertos visitando sus tumbas. En el sector más antiguo del cementerio de Novodévichi reposan los restos de los personajes que, con mayor o menor relevancia, vivieron en primera persona la Revolución de Octubre. Un rato en su compañía, mientras el Sol nos va dejando un nuevo atardecer, es casi como revivir aquellos momentos históricos irrepetibles.


Pese a la ilusión puesta en el empeño, lo cierto es que no vivo ni me encuentro de visita ahora mismo en la ciudad de Moscú. Así que mañana no podré realizar este paseo tan apasionante que he planificado. Sin embargo, soñar es gratis. Haber imaginado toda esta ruta -la 'ruta de la Revolución'- ha sido lo más parecido a recorrer todos esos rincones de Moscú en busca de las vibraciones del pasado que nos permiten viajar en el tiempo. Por unas horas, he vuelto a la Rusia de 1917, acompañado por todas esas celebridades cuyo recuerdo e importancia se desvanece con el paso de los años.

Mayakovski