domingo, 12 de mayo de 2024

La tumba de Alexandra M. Kolontái en el cementerio de Novodévichi

"El 8 de marzo de 1952, apenas unos días antes de su ochenta cumpleaños y curiosa coincidencia− del cuarenta y un aniversario de la creación del Día Internacional de la Mujer, Kolontái sintió un terrible dolor en el pecho. Al amanecer del día siguiente murió. Vyshinski comunicó a su familia las decisiones que se habían adoptado sobre su entierro y sobre el lugar en que descansarían sus restos. De acuerdo con estas instrucciones, se celebró una pequeña ceremonia en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Semiónov, que la había substituido en Estocolmo cuando estaba enferma, fue el encargado de pronunciar un discurso en su honor. Ensalzó a «la diplomática» y evitó evocar a la revolucionaria, a aquella bolchevique tan comprometida con el Partido desde 1915 y, en general, su dimensión política y sus actividades. Aquel discurso y la persona elegida para darlo −un diplomático mediocre− indicaban ya el lugar que Stalin pretendía reservar a Kolontái en la historia de su país.
 
Alexandra fue enterrada en el cementerio de Novodévichi, en el que se encuentran tantas glorias rusas y soviéticas. Su tumba se encuentra en el «camino de los diplomáticos», cerca de los dos ministros a los que prestó sus servicios, Chicherin y Litvínov. La proximidad con respecto a ellos es positiva, desde luego, pero en el caso de una blochevique de tan larga trayectoria ¿no habría correspondido que su última morada fuera la muralla del Kremlin?
 
Todo indica que a Kolontái se le negó el reconocimiento de su pasado bolchevique, empezando por la manera en la que se anunció su muerte.
 
Había una costumbre −a la que Alexandra siempre le dio mucha importancia− por la que se consideraba que la muerte de un comunista importante debía comunicarse en Pravda a través de una necrológica oficial, firmada por un miembro de alto nivel en la jerarquía del Partido. De ese modo, se reconocía su papel en la historia. Sin embargo, Pravda guardó silencio sobre la muerte de Kolontái. Marcel Body escribió al respecto: «Desde la muerte de Alexandra Kolontái, abrí cada día Pravda para buscar una necrológica y tal vez incluso un artículo en memoria de esta gran figura de la revolución, a la que Lenin tenía en alta estima y a la que Stalin consideró oportuno respetar. Pravda, tan prolijo cuando se trataba de hacer un elogio póstumo de cualquier representante del aparato, no dedicó ni una sola línea a Alexandra Kolontái. No anunció ni su muerte ni su funeral. Aquella ingratitud hacia una vieja camarada que, a pesar de sus reservas, sirvió con toda su alma al país de la revolución permite juzgar a un Partido y a un régimen».
 
En lugar del anuncio de Pravda, lo que sí hubo fue una breve necrológica en Izvestia, medio de comunicación del Gobierno. Pero tampoco se trataba de un homenaje oficial, ya que el texto estaba firmado simplemente por «un grupo de amigos y colaboradores». Además, en él no se reconocía el pasado bolchevique de Kolontái. La necrológica ensalzaba a «la primera mujer embajadora» y su carrera diplomática.
 
Su nieto se encargó de reparar aquel agravio y de completar una biografía tan breve, haciendo grabar en la estela que se yergue sobre su tumba el siguiente texto: «Alexandra Mijáilovna Kolontái, 1872-1952, revolucionaria, tribuna, diplomática». Un excelente resumen  de aquella vida tan plena.
 
Menos de un año después de su muerte, falleció Stalin. Alexandra Kolontái consiguió una hazaña casi única en la atormentada historia del país de la revolución: fue la única −o prácticamente la única− de todos los protagonistas de aquel movimiento que logró escapar de la furia exterminadora de Stalin sin romper jamás con su país. Vivió casi tanto tiempo como él, mes arriba, mes abajo. Pero mientra que Stalin, antes de su muerte, había vuelto a hundir a su país y a su Estado en el terror −acababa de estallar el asunto de los médicos judíos−, Alexandra terminó sus días en paz, al menos aparentemente, sin compartir el miedo de la sociedad y sin referirse nunca a él, salvo en conversaciones sumamente secretas. Esto demuestra, ante todo, su personalidad fuera de lo común, que solo es posible comprender si la situamos en el contexto de la larga historia de Rusia y de aquella otra, más breve, de la URSS. Porque Alexandra Kolontái perteneció a ambas y, en muchos sentidos, fue también su reflejo".
 
(Carrère d'Encausse, H. (2021) Alexandra Kolontái. Una feminista en tiempos de la Revolución Rusa. Barcelona: Ed. Crítica, 2023, pp. 227-229)
 

La tumba de Alexandra Mijáilovna Kolontái está catalogada con el número 70 del cementerio de Novodévichi. Se halla situada en el sector 1, en el extremo nordeste del recinto, junto al muro que separa la necrópolis del monasterio homónimo. Curiosamente, en el plano que hay en la entrada del cementerio destinado a orientar a los visitantes, al lado de su nombre aparece la palabra "дипломат" ("diplomática"). Ni siquiera setenta y dos años después de su fallecimiento ha conseguido recuperar su status como revolucionaria y feminista
 
La tumba está presidida por una estatua donde se ve a Alexandra Kolontái sentada mirando hacia la derecha, con un vestido que le llega hasta los pies. Fue obra del escultor soviético Vladímir Kobyl
 
Imagen de la placa con la inscripción encargada por su nieto: «Excepcional y plenipotenciaria embajadora de la Unión Soviética Alexandra Mijáilovna Kolontái (1872-1952). Revolucionaria. Tribuna. Diplomática»
 

Su hijo Mijaíl Vladimírovich "Misha" Kolontái solo la sobrevivió cinco años. Está enterrado en esta misma tumba y su lápida, suelta, aparece en estas fotografías colocada en distintos puntos alrededor de la estatua de su madre
 
Alexandra Mijáilova Kolontái (de soltera, Domontóvich) fue una revolucionaria bolchevique, oradora brillante y gran defensora de los derechos de las mujeres en Rusia. A lo largo de su vida ejerció de periodista, escritora, comisaria del pueblo y diplomática soviética, faceta esta última por la que ha pasado a la posteridad. Nacida en San Petersburgo el 19 (31) de marzo de 1872, en el seno de una família aritócrata de origen finés y ucraniano, creció rodeada de sirvientes y de las comodidades propias de la clase alta, pasando largas temporadas en la finca familiar de Kuusa (Finlandia, por aquel entonces un ducado que pertenecía al imperio ruso). Se casó a los 21 años con un ingeniero, Vladímir Liúdvigovich Kolontái, con quien tuvo el que fue su único hijo, Misha. En 1898 se marchó sola a Zúrich para estudiar marxismo y unirse al movimiento socialdemócrata. A su vuelta a Rusia, se incorporó al Partido Obrero Socialdemócrata y se involucró en actividades ilegales. Participó en la Revolución de 1905, exiliándose en 1908 a diferentes países europeos (Alemania, Suiza, Dinamarca, Noruega). Vivió fuera de su país hasta poco después de la Revolución de Febrero de 1917. En 1915 se incorporó a los bolcheviques y fue una de las personas que en abril de 1917 acudió a la frontera ruso-finesa para recibir a Lenin en su viaje de Zúrich a Petrogrado. Fue también uno de los doce miembros del Comité Central que participó en la mítica reunión celebrada el 23 de octubre de 1917 en el piso franco de Nicolái N. Sujánov, en la por entonces capital rusa. Tras el triunfo de los bolcheviques, fue designada Comisaria del Pueblo de Asuntos Sociales, convirtiéndose de esta forma en la segunda mujer ministra de toda Europa, después de Sofía Panina, Ministra de Asuntos Sociales con el Gobierno Provisional. En 1919 creó, junto a Inessa Armand, el Zhenotdel, la Sección Femenina del Comité Central. Contraria a la NEP de Lenin, en 1920 encabezó el movimiento de oposición dentro del régimen soviético (la Oposición Obrera), disuelto en 1921. En lugar de ser expulsada del Partido, fue enviada como diplomática a Noruega, México y Suecia, teniendo que esperar hasta 1943 para ser ascendida a embajadora soviética en Estocolmo. Desde 1927 hasta el final de sus días defendió los principios del estalinismo y fue de los pocos bolcheviques próximos a Lenin que sobrevivió a las purgas de Stalin. Afectada de problemas cardíacos y en silla de ruedas debido a un accidente vascular, en 1945 se retiró a un piso de la calle Kazán de Moscú , hasta su muerte el 9 de marzo de 1952.
 
 Después de su divorcio y al más puro estilo revolucionario de aquella época, Alexandra Kolontái mantuvo relaciones sentimentales con varios de sus camaradas bolcheviques. Entre ellos, Alexandr Satkévich, Piotr Maslov, Alexandr Shliápnikov, Pável Dybenko (el «gigante sereno de rostro barbudo», según John Reed) y Marcel Body. Curiosamente, Kolontái y Dybenko tienen en San Petersburgo dos calles que llevan sus nombres. Pero son dos calles paralelas que no se cruzan en ningún punto, como sí se cruzaron las vidas de estos dos luchadores y amantes
 
Para conocer la vida y obra de esta revolucionaria, nada mejor que el libro de 2021 de Hélène Carrère d'Encausse titulado "Alexandra Kolontái. Una feminista en tiempos de la Revolución Rusa". Está publicado en castellano por la editorial Crítica (2023). Aunque nacida en París, la escritora, académica y política conservadora Hélène Carrère, madre del famoso escritor francés Emmanuel Carrère, procedía de una familia de aristócratas georgianos. Falleció el 5 de agosto de 2023 a los 94 años de edad
 

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