En el documental producido por la cadena pública catalana TV3 titulado Revolució Russa: 100 anys després, el director del gabinete de la Casa Imperial Rusa Aleksandr Zakatov, preguntado por la trascendencia del Centenario de la Revolución de Octubre que está a punto de celebrarse, califica de «terroristas» a los dirigentes bolcheviques que se alzaron contra el Gobierno Provisional en 1917 y ejecutaron a la familia Romanov al año siguiente. Durante la breve entrevista, que en un ejercicio de pluralidad e imparcialidad se alterna con comentarios de nostálgicos de la URSS y de críticos con el actual sistema político en Rusia, expresa su opinión de que «no podemos luchar contra el terrorismo internacional si en nuestras calles tenemos monumentos dedicados a terroristas», en clara alusión a las numerosas estatuas de Lenin que aún siguen en pie en todo el país.
Zakatov, que nació en la URSS en 1972 y se graduó en Historia por la Universidad Estatal de Humanidades, ejerce de representante de la dinastía Romanov en Rusia y es la mano derecha del considerado único heredero legítimo al trono imperial, el gran duque ruso-alemán Gueorgui Mijáilovich Romanov. Natural de Madrid, este Romanov de 36 años conocido también como «Jorge», es hijo de María Vladímirovna Románova, una protegida del régimen del general Franco, y nieto de Vladimiro Kirílovich, que durante la Segunda Guerra Mundial apoyó a Hitler en su «cruzada contra el comunismo». María Vladímirovna, nacida también en España, se autoproclamó «emperatriz y autócrata de Todas las Rusias» tras la muerte de su padre en 1992.
Gueorgui «Jorge» Mijáilovich Romanov, tataranieto del Káiser Guillermo II de Alemania, estudió en los mejores colegios de España y del Reino Unido y se graduó en la Universidad de Oxford. Más adelante trabajó en Bruselas como asistente de la eurodiputada del Partido Popular Loyola de Palacio y de ayudante de dirección en una importante industria minera rusa. Actualmente, dirige en Bélgica su propia empresa dedicada a la asesoría legal para grandes firmas que quieren introducirse en el mercado de la Unión Europea. En su bautizo celebrado en los años ochenta estuvieron presentes los reyes de España y los monarcas depuestos de Bulgaria y Grecia.
En el documental, el supuesto último de los Romanov en la línea sucesoria –idea con la que no están de acuerdo sus detractores liderados por Michael Romanov Ilyinsky– expresa en un castellano perfecto su «deseo de regresar algún día a su país» aunque solamente «coronado como el nuevo zar de Rusia».
Los partidarios y súbditos rusos de este «zarévich» aún en el exilio, los mismos que cada año peregrinan en Ekaterimburgo hasta el lugar exacto donde fue fusilado Nicolás II junto a toda su familia, lo llaman «enviado de Dios». No cabe duda de que resultaría paradójico que el miembro de una familia protegida en España por el régimen franquista alcanzase la jefatura del Estado en un país que vio morir a veinticinco millones de sus ciudadanos en la lucha contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial –algunos incluso murieron en España luchando junto a la República–. Si en 1914 su antepasado metió a Rusia en una guerra cruel y sanguinaria que desembocó en la Revolución de Octubre, ¿qué podría suceder ahora si este autócrata tan bien relacionado con los poderes económicos europeos restaura la monarquía en su país? El tiempo lo dirá.
Mayakovski
En el documental, el supuesto último de los Romanov en la línea sucesoria –idea con la que no están de acuerdo sus detractores liderados por Michael Romanov Ilyinsky– expresa en un castellano perfecto su «deseo de regresar algún día a su país» aunque solamente «coronado como el nuevo zar de Rusia».
Los partidarios y súbditos rusos de este «zarévich» aún en el exilio, los mismos que cada año peregrinan en Ekaterimburgo hasta el lugar exacto donde fue fusilado Nicolás II junto a toda su familia, lo llaman «enviado de Dios». No cabe duda de que resultaría paradójico que el miembro de una familia protegida en España por el régimen franquista alcanzase la jefatura del Estado en un país que vio morir a veinticinco millones de sus ciudadanos en la lucha contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial –algunos incluso murieron en España luchando junto a la República–. Si en 1914 su antepasado metió a Rusia en una guerra cruel y sanguinaria que desembocó en la Revolución de Octubre, ¿qué podría suceder ahora si este autócrata tan bien relacionado con los poderes económicos europeos restaura la monarquía en su país? El tiempo lo dirá.
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