Desde
el pasado 14 de abril
la cuenta de Twitter del restaurante y bar-karaoke KPSS permanece
inactiva. El
último mensaje
publicado en esta red
social no fue,
como era esperable,
un poema de Mayakovski
o un
fotomontaje de Ródchenko, sino un
enlace a
un portal ruso dedicado
al mundo de la construcción. Nada
que ver con la propaganda soviética
evocada en
este rincón nostálgico
de Moscú cuya
página web también
quedó bloqueada
hace ya algunos
meses.
Su nombre
fue antaño un acrónimo
mítico:
el del
Коммунистическая
партия Советского Союза
(Kommunistíchieskaya
Pártiya Soviétskogo Soyúza),
es decir, el del Partido Comunista de la Unión Soviética, el PCUS.
Así pues, sin una despedida formal (por lo menos en internet) ha echado el cierre un espacio lúdico y gastronómico dedicado a recordar los años pretéritos a la Rusia capitalista actual. Una magdalena de Proust gigante cuyos estímulos sensoriales han sido, no sólo el aroma de los platos basados en la austera cocina soviética, sino también la decoración de sus paredes hábilmente salpicadas de banderas rojas, pósters de temática propagandística e incluso un precioso busto de Lenin instalado en una de sus esquinas. En definitiva, un lugar de encuentro y celebración para veteranos de la Gran Guerra Patria o para deleite de aquellos que sólo conocieron la Unión Soviética en su juventud y que acudían a este restaurante para rememorar aquel ambiente rancio de exaltación ideológica que hoy en día resulta atractivo y entrañable desde un punto de vista estético.
Así pues, sin una despedida formal (por lo menos en internet) ha echado el cierre un espacio lúdico y gastronómico dedicado a recordar los años pretéritos a la Rusia capitalista actual. Una magdalena de Proust gigante cuyos estímulos sensoriales han sido, no sólo el aroma de los platos basados en la austera cocina soviética, sino también la decoración de sus paredes hábilmente salpicadas de banderas rojas, pósters de temática propagandística e incluso un precioso busto de Lenin instalado en una de sus esquinas. En definitiva, un lugar de encuentro y celebración para veteranos de la Gran Guerra Patria o para deleite de aquellos que sólo conocieron la Unión Soviética en su juventud y que acudían a este restaurante para rememorar aquel ambiente rancio de exaltación ideológica que hoy en día resulta atractivo y entrañable desde un punto de vista estético.
Si
nos atenemos a la
liturgia imperante
entre los fieles al comunismo, el
bar-karaoke KPSS ha
sido posiblemente lo más parecido a un sacrilegio.
Una
broma de mal gusto que
redujo
un símbolo de la
revolución proletaria a
una especie de miniparque
temático destinado simplemente
a pasar un rato
entretenido. Para
otros, quizás, ha sido
una blasfemia por el
motivo contrario, por resucitar fantasmas del pasado que más valía
dejar descansar en paz. Su
entrada era un
escenario perfecto para las paradojas
espacio-temporales
hechas realidad.
Grupos
de ancianos
con raídas americanas
cargadas de
condecoraciones se
han fotografiado
durante años bajo
el letrero de este
local, mientras
la nueva generación de
rusos aparcaba sus
vehículos occidentales
frente a ellos
indiferentes a
aquel mundo
desaparecido hace
lustros. Un mundo
que pervive únicamente
en la mente olvidadiza
de estos derrotados
abuelos y cuyas huellas
del pasado se han convertido en restos
urbanos esparcidos
por la ciudad y en
edificios soviéticos
rehabilitados como
contenedores de modernas marcas capitalistas.
Dos universos
ajenos separados por
una acera. El de los
héroes comunistas
y el de los rusos
ambiciosos, materialistas y con identidades cada vez más
globalizadas que ansían
parecer ricos, aunque no lo sean.
En definitiva, dos
eras en la historia de la
humanidad solapadas por
la costura de la cada
vez más denostada perestroika
de Gorbachov.
Viendo
esta fractura social queda claro que los
seres humanos se dividen en dos grupos: los que odian su
pasado y viven el
presente como un refugio contra sus recuerdos, y los que deciden
estancarse mentalmente
en alguna época
concreta de sus vidas de la no salen nunca más. No
hay término medio y
sucede en todas partes, con matices.
Sea como sea,
el restaurante
KPSS contribuyó
humildemente a ello. Y
ahora ya forma parte
también de la nostalgia soviética que
se encargó de evocar.
Mayakovski
Mayakovski
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