Siguiendo con el tema de los aliados occidentales de la Alemania Nazi, vamos a conocer personalmente a los socios americanos que fueron agasajados y condecorados por Hitler. Así sabremos quiénes fueron los verdaderos beneficiarios de la Segunda Guerra Mundial.
La Cruz
del Mérito del Águila Alemana (Das Verdienstkreuz des ordens vom Deutschen Adler) era la máxima condecoración que Hitler otorgaba a diplomáticos y personalidades extranjeras. Había nueve clases de medallas, desde la Cruz de Oro con Diamantes hasta la medalla de bronce. La recibieron, entre otros, Henry Ford, James D. Mooney (Standard Oil) y Thomas J. Watson (IBM). También Mussolini, Franco, Ribbentrop, Himmler y Antonescu. Esto da una idea de la estimación que la Alemania Nazi tuvo por estos empresarios de los Estados Unidos.
El norteamericano Walter
C. Teagle fue director de la petrolera Standard Oil (posteriormente llamada ESSO,
acrónimo formado con sus dos iniciales) al mismo tiempo que Hermann
Schmitz lo era de I.G. Farben, su homóloga en la Alemania Nazi. En
septiembre de 1939, poco después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, los dos empresarios acordaron proseguir
con sus relaciones comerciales pese a que sus países podían acabar siendo enemigos (EE.UU. aún no había entrado en la guerra). Años antes se habían mostrado
interesados en la construcción en Alemania de dos fábricas de un compuesto químico llamado Tetraetilo de
plomo. Sin embargo, fueron los Estados Unidos quienes finalmente les vendieron a
los germanos este aditivo imprescindible para el combustible de los
aviones. Ambos países habían conseguido monopolizar la elaboración de gasolina sintética y la de goma para neumáticos. En aquel entonces, Standard Oil
explotaba la mitad de los campos petrolíferos de Rumanía, que
pasaron a ser protegidos íntegramente por la Luftwaffe. Así mismo suministró a
los nazis lubricante de petroleo residual, una sustancia necesaria para los motores
de los tanques. Y lo hizo durante toda la guerra en cantidades más
que suficientes para proveer las necesidades del ejército alemán. La empresa I.G. Farben, con el fin de proteger sus intereses durante el conflicto bélico, transfirió a Standard Oil la
patente para la fabricación de goma con un contrato que subordinaba su producción a los alemanes. Poco después, los ciudadanos norteamericanos comenzaron a sufrir restricciones de caucho debido al inicio de la guerra con Japón.
Y, pese a esto, Standard Oil prefirió respetar los acuerdos mercantiles con sus socios europeos
antes que ayudar a sus propios compatriotas. Aunque EE.UU. es un país productor de petroleo, sus ciudadanos también padecieron limitaciones en el consumo de carburantes, todo ello mientras barcos con bandera
panameña transportaban combustible americano a Alemania. El senador Harry S.
Truman, futuro presidente de los Estados Unidos, acusó a la empresa Standard Oil de “traidora”. Finalmente, el
gobierno autorizó el uso de la patente de la goma en beneficio de los EE.UU.
Teagle cayó en desgracia pero Standard Oil fue sancionada con una simple multa de 1.000 dólares.
Otro magnate norteamericano que defendió la causa de
Hitler fue el presidente de Texaco Torkild Rieber, de origen noruego.
Fue, además, íntimo amigo del Führer.
James
D. Mooney, vicepresidente
de General Motors (GM), fue
un empresario automovilístico de los EE.UU. que simpatizó
y colaboró con la causa nazi. Por aquel entonces, Opel
era la filial alemana
de la empresa norteamericana y es por ello que algunos de los ejecutivos de GM formaban parte de su
consejo de administración.
La factoría de Rüsselsheim
(Brandeburgo)
fue inaugurada en los
años treinta con la intención de fabricar el mítico Opel-Blitz,
al principio para uso exclusivamente civil entre la población germana. Sin embargo, a medida que
se aproximaba el inicio de la guerra, fue incluido en los planes
militares del Reich. A ello contribuyó de forma entusiasta James D.
Mooney, quien en 1938
fue condecorado por
Hitler con la Verdienstkreuz
des ordens
vom Deutschen
Adler, por
haber colaborado en la fabricación de
un
medio
de trasporte
que
facilitó la
invasión de los Sudetes (Checoslovaquia).
Después
de escribir una carta al Führer, en la que le expresaba su más profunda admiración
(ver segunda imagen), Mooney
viajó
a Berlín en
1940 y se entrevistó
con Hitler
y con Göring,
actuando
como portavoz
del
presidente Roosevelt.
Sin
embargo, debido a la defensa que hizo a su vuelta de las exigencias megalómanas de Hitler, el
vicepresidente de GM fue ninguneado por sus propios compatriotas y
tildado de "fascista". Pese
este desencuentro,
los enormes réditos de guerra de General Motors no se resintieron en absoluto,
sino todo lo contrario. Para cubrir el expediente con su gobierno, la empresa anuló las posesiones alemanas que tenía en
los EE.UU. En cambio, no vendió su participación en Opel, que siguió produciendo ingentes beneficios. El
6
de agosto de 1944 bombarderos
norteamericanos destruyeron
la fábrica de Brandeburgo. Años
más tarde, GM
cobró por ello una indemnización de 32 millones dólares con
cargo a las arcas públicas de los
EE.UU.
Acabada
la guerra algunos nazis reconocieron que la Blitzkrieg no habría
sido posible sin Opel (y sin General Motors).
Henry
Ford, el empresario norteamericano fundador
de la legendaria fábrica de coches e impulsor del método de producción 'fordista',
escribió una
obra antisemita titulada 'El judío
internacional'. Este libro, traducido
al alemán en
1931, sirvió
de inspiración para
el 'Mein Kampf'
de Adolf Hitler. Mientras afirmaba que “los
sindicatos son obra del diablo“, apoyó
económicamente al Führer antes incluso de
que éste llegase
al poder. Un retrato suyo pendía de
una pared en la
sede del Partido Nazi en Múnich. Los coches fabricados en su
factoría de Colonia consiguieron
el sello de “producto alemán“, una
verdadera proeza teniendo en cuenta el origen de la marca.
En 1938 Ford y Opel fueron incluidos
en la planificación de las fuerzas armadas alemanas. Fue
entonces cuando el III
Reich
le encargó un
primer gran pedido de mil vehículos
militares. Debido a las limitaciones de su
fábrica en Alemania, los motores, chasis y
cabinas eran importados
de EE.UU., montados de noche en Colonia y recogidos por la
Wehrmacht
a la salida del sol.
Gracias a este encargo los nazis pudieron
invadir los
Sudetes checoslovacos
con una superioridad aplastante.
En 1938 el vicecónsul alemán en Detroit hizo
entrega a Henry Ford de
la Cruz
del Mérito del Águila
Alemana
en gratitud por su
contribución a la causa nazi.
A continuación, éste
realizó una donación de 35.000
marcos a una fundación
llamada 'A.H.'
Lo más irónico del caso es que Ford se
opuso a la fabricación de motores para la Royal Force británica
alegando que sólo lo haría
para los EE.UU, cuando éstos eran potenciales aliados de los ingleses. Está
perfectamente documentado que su fábrica
empleó a trabajadores forzados y que
en los años finales de la
guerra utilizó
a miles de presos de los
campos de concentración como
mano de obra esclava. Las
SS recibieron por
ello dos euros al día por
cada trabajador.
Cuando los EE.UU. entraron
en la Segunda Guerra Mundial, Henry Ford se convirtió en un
ferviente patriota.
Produjo masivamente
aviones, cañones,
tanques y barcos para el ejército de su país.
La factoría de Colonia
se libró “milagrosamente”
de los bombardeos aliados,
excepto al final del
conflicto en
que sufrió algunos daños leves.
En 1965 Ford exigió a una comisión norteamericana el pago de una
indemnización de siete millones de dólares por
“daños de guerra”.
Cobró solamente medio
millón debido a un defecto de
forma en la solicitud. Todo
ello pese a haber fabricado
miles de vehículos para el
enemigo.
Thomas
J. Watson era presidente de IBM cuando Hitler llegó al poder. IBM
fabricaba por entonces los precursores de los ordenadores actuales.
En Alemania los construía su filial Deutsche Hollerith Maschinen Gesellschaft
(DEHOMAG), una empresa con un gran desarrollo antes de la
guerra. El ministro Albert Speer utilizó estas máquinas, que usaban
tarjetas perforadas, para controlar la producción armamentística.
Pese a su carácter primitivo, permitían controlar cada detalle del
proceso, incluidos los nombres de los trabajadores forzados y su país
origen, con absoluta precisión. En 1937 Watson viajó a Alemania
para una reunión de la cámara de comercio. Una noche, mientras
asistía a la representación de una ópera, celebró la entrada de
Hitler haciendo el saludo fascista. Admiraba al Führer y lo apoyaba,
incluso antes de su ascenso en 1933. En 1939, con la ayuda de DEHOMAG,
se llevó a cabo un gran censo de población para saber cuántos judíos quedaban en
Alemania, los Sudetes y Austria. Poco después se creó en Cracovia
un gran departamento estadístico que fue llamado “Watson Business
Machine”, con empleados de IBM ocupando puestos clave en sus
instalaciones. En 1943 se comenzaron a crear 'registros Hollerith' para
controlar a la población reclusa en los campos de concentración y
así poderla utilizar en la maltrecha producción alemana. Los
datos de los presos, tomados a mano por un ejército de escribientes
-también judíos- se pasaban después a tarjetas perforadas en la central
berlinesa de Hollerith. Algunas de estas máquina fueron enviadas
posteriormente a campos de exterminio, aunque su uso allí no ha
quedado del todo claro. Al final de la guerra la mayor parte de estas
tarjetas, que llegaron a sumar más de un millón, acabaron siendo
destruidas. En el verano de 1940, viendo que la reputación de los
nazis decaía en los EE.UU., Watson devolvió la condecoración de
Hitler. Algunos años después, una investigación gubernamental
norteamericana calificó a IBM de “monstruo internacional” a la
misma altura que los nazis. El informe no tuvo consecuencias.
Ford, IBM, ESSO y General Motors son empresas que continúan existiendo en la actualidad, algunas con los nombres cambiados (como en el caso de Exxon) y otras formando parte de corporaciones financieras. La historia no les ha pasado factura, aunque lo que no ha hecho la justicia sí lo ha conseguido hacer la última recesión, sobre todo en el caso de GM que sobrevive gracias a las subvenciones del gobierno norteamericano. Mientras que personalidades del otro lado del Telón de Acero pagaron hace veinticinco años con la muerte, el ostracismo o la prisión su pertenencia a regímenes comunistas, los personajes aquí señalados disfrutaron de absoluta impunidad. Ni siquiera el poderoso lobby judío parece haber presionado contra ellos con la contundencia con la que lleva haciéndolo contra los palestinos desde hace cerca de setenta años. Está claro que la justicia no es igual para todo el mundo. Y en ello tienen mucho que ver los gobiernos, los medios de comunicación y la mayoría de los historiadores. Todos ellos hechos de la misma naturaleza: el dinero.
(Fuentes: https://www.youtube.com/watch?v=jmQe3BVPkkI#t=2451, https://en.wikipedia.org/wiki/Order_of_the_German_Eagle, http://www.wikiwand.com/de/Verdienstorden_vom_Deutschen_Adler, http://www.spiegel.de/einestages/henry-ford-und-die-nazis-a-947358.html, http://www.caribflame.com y http://www.archeion.ca/photograph-of-walter-c-teagle-1;rad?sf_culture=es)
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