viernes, 12 de septiembre de 2014

Stalin, Hitler y Francisco José de Habsburgo en el Palacio de Schönbrunn

"Poco después, Stalin llegó al piso de los Troyanovski en una Viena helada, cubierta de nieve. Lenin decía de ellos que eran «buena gente... ¡Tienen dinero!» Alexander Troyanovski era un aristócrata joven y apuesto, además de oficial del ejército: su participación en la guerra ruso-japonesa lo había convertido al marxismo y por aquel entonces era el editor y socio capitalista de la revista Proveshchenie («Ilustración»), que publicaría un ensayo de Soso [Stalin]. Hablaba alemán e inglés con fluidez, y vivía con su bella esposa Elena Rozmirovich, también de noble cuna, en un piso grande y confortable situado en la Schönbrunnerschloss Strasse, 30 (*), el bulevar por el cual el emperador Francisco José pasaba cada día en coche para trasladarse desde su residencia en el palacio de Schönbrunn a su despacho en el Hofburg y viceversa.

El titular de la dinastía Habsburgo, con sus anticuadas patillas, cuyo reinado había comenzado en 1848, se desplazaba en una carroza dorada tirada por ocho caballos blancos, equipada de lacayos ataviados con uniformes ribeteados de blanco y negro y peluca blanca, y escoltada por soldados de caballería húngaros con pieles de pantera amarillas y negras sobe los hombros. Stalin no pudo dejar de contemplar aquella visión de magnificencia obsoleta, y no sería el único futuro dictador que la contemplara: la lista de los titanes del siglo XX concentrados en Viena aquel mes de enero de 1913 es digna de una obra de Tom Stoppard (**). En un albergue para hombre sito en Meldemannstrasse, en Brigettenau, en un ambiente muy distinto de aquel, mucho más aristocrático, en el que se movía Stalin por entonces, vivía un joven austríaco, pintor frustrado, llamado Adolf Hitler, de sólo veintitrés años.

Soso y Adolf presenciaron uno de los típicos espectáculos de Viena. Kubizek, el mejor amigo de Hitler, recuerda: «A menudo veíamos al viejo emperador cuando se dirigía en su carroza desde Schönbrunn al Hofburg». Pero los dos futuros dictadores no sintieron la menor emoción ante semejante espectáculo, antes bien se mostraron bastante desdeñosos: Stalin nunca lo menciona y «Adolf no prestaba demasiada atención, pues no le interesaba el emperador, sino sólo el estado que representaba».

En Viena, tanto Hitler como Stalin estaban obsesionados, aunque de manera bien distinta, por la raza. En aquella ciudad de cortesanos anticuados, intelectuales judíos y agitadores del populacho racistas, de hermosos cafés, cervecerías y palacios, sólo el 8,6 por ciento de la población eran judíos, pero su influencia cultural, personificada en Freud, Wittgenstein, Buber y Schnitzler, era mucho mayor. Hitler estaba formulando sus teorías völkische antisemitas de la supremacía racial que, luego, como Führer, impondría en su imperio europeo; mientras que Stalin, al tiempo que investigaba para escribir su artículo sobre las nacionalidades, daba forma a una nueva idea de imperio internacionalista con una autoridad central escondida detrás de una fachada autónoma, el prototipo de la Unión Soviética. Casi treinta años después, las estructuras ideológicas y estatales de ambos chocarían en el conflicto más salvaje de la historia de la humanidad.

Los judíos no tenían cabida en ninguna de esas dos visiones. A Hitler le repelían y le sacaban de sus casillas, pero provocaban irritación y confusión en Stalin, que arremetía contra su naturaleza «mística». Si para Hitler eran una raza que estaba de más, para Stalin no tenían lo suficiente para constituir una nación.

Los dos dictadores en ciernes compartieron un mismo pasatiempo vienés: a los dos les gustaba pasear por el parque que rodeaba la residencia de Francisco José, el palacio de Schönbrunn, situado cerca del domicilio de Stalin. Ni siquiera cuando se hicieron aliados en virtud del Pacto Molotov-Ribbentrop de 1939, llegaron a conocerse personalmente. Es muy probable que aquellos paseos sean las ocasiones en que llegaron a estar más cerca uno de otro.

«Las pocas semanas que el camarada Stalin pasó con nosotros las dedicó por completo a la cuestión nacional», dice la niñera de los Troyanovski, Olga Veiland. «Implicaba en su labor a todos los que tenía a su alrededor. Unos analizaban para él a Otto Bauer, otros a Karl Kautski». A pesar de haberlo estudiado intermitentemente, Stalin no sabía leer en alemán, de modo que la niñera lo ayudaba, como haría otro joven bolchevique al que conoció entonces: Nikolai Bujarin, un intelectual vivaracho, de chispeantes ojos y perilla. «Bujarin venía a nuestra casa cada día», dice Olga Veiland, «cuando Stalin estuvo viviendo allí». Mientras que Stalin, lleno de deseo, intentaba flirtear con la niñera, ésta prefería al ingenioso y vivaracho Bujarin. Además, la joven tenía que lavar las camisas y los calzoncillos de Stalin, labor que, diría en tono quejumbroso tras la muerte del dictador, resultaba un verdadero desafío.

(...) La permanencia de Stalin en casa de los Troyanovski supuso toda una revelación: fue su primera y última experiencia de la vida civilizada de Europa, según el mismo reconocería. Vivía en una habitación que daba a la calle y «trabajaba allí días enteros». Al anochecer solía ir a pasear con Troyanovski por los alrededores del parque de Schönbrunn.

(...) La pequeña Galina Troyanovskaya era una niña vivaracha que se llevaba bien con Stalin. «Le encantaba estar en compañía de los adultos», y Soso jugaba con ella, prometiéndole que iba a traerle «montañas de chocolate verde del Caucaso». Soso «solía soltar sonoras risotadas» cuando la pequeña decía que no le creía. Pero a menudo Galina también le tomaba el pelo: «¡Siempre estás hablando de nacionalidades!», protestaba la pequeña. Stalin le compraba golosinas en el parque de Schönbrunn". 

(Sebag Montefiore, S. (2007) Llamadme Stalin. Barcelona: Ed. Crítica, 2010, pp. 338-341)

(*) Actualmente una simple casa de huéspedes, la Pensión Schönbrunn, todavía conserva, cosa por lo demás insólita, la placa azul colocada en 1949 con la siguiente inscripción: «I.V. Stalin residió en esta casa durante el mes de enero de 1913. Aquí escribió su importante obra El marxismo y la cuestión nacional».
(**) Josip Broz, el futuro mariscal Tito, también estaba por entonces en la ciudad trabajando de mecánico.

Esto no es Moscú sino Viena. El cruce de caminos en las vidas de Iósif Stalin y Adolf Hitler invita a hacer este paréntesis histórico. Estamos en enero de 1913, cuatro años y medio antes de la Revolución de Octubre. El edificio donde vivía la familia Troyanovski aparece señalado en el mapa con un punto rojo. Actualmente es la Pensión Schönbrunn, en el número 30 de la Schönbrunner Schloss Strasse, a unos 750 metros al Sureste de la entrada principal del Palacio de Schönbrunn (cuyos jardines y dependencias se ven a la izquierda de la imagen). La flecha indica la trayectoria que seguía la carroza del emperador cuando salía del patio del palacio camino del Hofburg
(Fuente: Google Street View 09/09/2014)


Imágenes de la modesta y confortable Pensión Schönbrunn, situada en la calle que comunica el palacio de los Habsburgo con el centro de Viena. Junto a la puerta se ve con claridad la placa con un bajorrelive del rostro de Stalin. En este edificio, Iósif Vissariónovich trabajó junto a Nikolái Bujarin y escribió "El marxismo y la cuestión nacional", mientras perseguía a la niñera Olga Veiland. La ventana de su habitación era una de las que se ve en la primera fotografía


 Fotografías de la placa dedicada a Stalin, una reliquia extraordinaria sin parangón en todo Moscú. Sebag Montefiore la califica de "insólita". Sin embargo, la presencia aquí de esta lápida tiene "trampa". Justo debajo hay otra mucho más moderna instalada por el Wien Kultur que reza: "Esta placa que conmemora el 70º aniversario de Iósif Stalin (1879-1973) fue inaugurada por el alcalde Theodor Körner en 1949. Recuerda únicamente la estancia de Stalin en Viena pero debe ser vista hoy en día como recuerdo no sólo de los millones de ciudadanos soviéticos que murieron y sufrieron bajo la dictadura de Stalin, sino también de los cientos de austríacos que fueron arrestados y ejecutados por el régimen soviético después de huir de la persecución política en Austria entre 1933 y 1934 y del terror nazi de 1938". Da la sensación de que con estas reflexiones históricas las autoridades austríacas pretendan equiparar los crímenes de Hitler con los de Stalin. Aunque un asesinato es siempre un acto deleznable, no hay que meter en el mismo saco el exterminio sistemático e industrial de la raza judía con las deportaciones y ejecuciones políticas de la Unión Soviética. Cada uno de estos hechos tiene un trasfondo ideológico diferente, en absoluto justificables ni en un caso ni en el otro, pero que no pertenecen al mismo plano moral. Resulta irónico que un país como Austria, que recibió el 'Anschluss' con los brazos abiertos, se atreva ahora a dar lecciones de moralidad a todo el mundo. Sobre todo teniendo en cuenta que al memorial soviético de la Schwarzenbergplatz vienesa lo siguen llamando sarcásticamente "monumento al saqueador desconocido". Y que en la localidad de Mauthausen hoy en día siguen funcionando algunas empresas que hace setenta años utilizaron a los prisioneros del campo de concentración como mano de obra esclava. El restaurante que hay a pocos metros de la entrada de ese siniestro lugar continúa sirviendo cervezas alegremente, igual que lo hacía a los miembros de las SS que vigilaban el campo. En lugar de panfletos antiestalinistas, más valdría recordar que muchos de esos deportados austríacos encontraron refugio en la URSS
(Fuente: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Vienna_-_Stalin_Memorial_Tablet.JPG y http://susanabeijnsberger.wordpress.com/2013/07/13/wien-junio-2013-wien-enero-1913/)

 Fotografía de Adolf Hitler (1889-1945) cuando se alistó en el ejército alemán en 1914. Éste era más o menos el aspecto que tenía un año antes, mientras vivía en Viena. Por aquel entonces paseaba por el parque de Schönbrunn con pinta desaguisada y lucía un mostacho diferente al que le hará famoso años después. En 1938, ya como Führer, proclamará la anexión de Austria (su país de nacimiento) al Tercer Reich
(Fuente: http://dialoglexikon.de/hitler_1914x_als_gefreiter.htm)

Ficha policial de Stalin de 1913. Esta debió de ser su apariencia física durante el tiempo que pasó en Viena, con 34 años de edad. Tan sólo nueve años más tarde se proclamará Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. Después de una vida de periplos por Georgia, Rusia, Siberia y Europa, se instalará definitivamente en el Palacio Poteshny del Kremlin y establecerá su despacho en el Palacio del Senado
(Fuente: http://pyhalov.livejournal.com/77132.html?thread=2699084)

Fotografía de Nikolái Bujarin (1888-1938), el joven "intelectual vivaracho, de chispeantes ojos y perilla" que pasó muchos ratos con Stalin en el piso de la Schönbrunner Schloss Strasse de Viena
(Fuente: http://little-histories.org/2014/02/22/от-бухарского-до-бухарина/)


 Fotografías de Francisco José saliendo del Palacio de Schönbrunn en un coche descubierto y del famoso carruaje dorado que utilizaba en invierno (exhibido hoy en día en el Museo del Carruaje de Viena)
(Fuentes: https://www.flickr.com/photos/mrsfujita/5908333680/ y http://www.kaiserliche-wagenburg.at/besuchen/sammlungen/hof-wagenburg/)

Los jardines del Palacio de Schönbrunn son visitados cada día por cientos de turistas y vieneses que disfrutan de este magnífico parque, el más grande de la capital austríaca. Aunque el palacio data del siglo XVI, fue María Teresa de Habsburgo quien mandó reformarlo en el siglo XVIII para convertirlo en su residencia de verano, con el aspecto que tiene hoy en día. Su nombre quiere decir "fuente bonita". Aquí pasó largas temporadas la emperatriz Elisabeth de Baviera, "Sissi", antes de ser asesinada en Ginebra en 1898. Y aquí falleció su marido Francisco José I, en 1916. Por estas avenidas llenas de árboles y flores paseaban con asiduidad Adolf Hitler y Iósif Stalin. Éste incluso compraba golosinas para la pequeña Galina. Nunca sabremos si coincidieron alguna vez en la misma parte del parque o si llegaron a entablar conversación. De ser así, quizás la historia a partir de entonces hubiese sido muy diferente
(Fuente: http://www.panoramio.com/photo/48189605)

Ironías de la vida, el Palacio de Schönbrunn fue testigo, casi medio siglo después, de una conferencia entre Nikita S. Jrushchov, sucesor de Stalin, y John F. Kennedy. El 4 de junio de 1961 los dos mandatarios se reunieron aquí para intentar suavizar las tensas relaciones que había entre las dos superpotencias. No parece que lo consiguieran: un año y medio después estalló la crisis de los misiles en Cuba
(Fuente: https://glorialana.wordpress.com/tag/khrushchev/)


Dejando de lado el caso de Hitler, el destino de cada uno de estos personajes fue muy diferente pese a compartir los mismos ideales. Tras unos años más en el exilio, todos regresaron a Rusia y participaron de una u otra forma en la Revolución de 1917. Stalin y Josip Broz "Tito" llegaron a dirigir sus respectivos países, la URSS y Yugoslavia. Trotski, que también vivió en Viena durante esa época, murió asesinado en 1940 por un agente del NKVD, Ramon Mercader. Nikolái Bujarin fue ejecutado el 15 de marzo de 1938 tras ser juzgado en la Casa de los Fusilamientos de Moscú, durante las grandes purgas estalinistas. Se le acusó de pertenecer a la "oposición de derechas". Elena Rozmirovich y Alexander Troyanovski se divorciaron unos años después de la visita de Stalin. Ella tuvo una aventura con Malinovski y más tarde se casó con el militar y comisario Nikolai Krylenko, que la abandonó en la década de los años veinte. Krylenko tuvo el mismo final que Nikolái Bujarin. Elena, sin embargo, falleció en 1953 de muerte natural. Galina Troyanovskaya se casó con el destacado bolchevique Valerian Kuybishev, que falleció alcoholizado en 1935 aunque siempre se sospechó que su muerte fue provocada. Una céntrica calle de Moscú fue bautizada con su nombre, la ulitsa Kuybisheva. El aristócrata Alexander Troyanovski sobrevivió de milagro a las purgas de Stalin (era menchevique y se opuso a la Revolución de Octubre). Llegó a ser embajador soviético en los Estados Unidos durante los años treinta. Falleció en 1955. La niñera, Olga Veiland, se convirtió en una apparatchik del PCUS y de la Komintern. Se retiró joven y vivió hasta llegar a la vejez.

3 comentarios:

  1. El Emperador no iba cada día del Hofburg a Schönbrunn en "una carroza dorada tirada por ocho caballos blancos, equipada de lacayos ataviados con uniformes ribeteados de blanco y negro y peluca blanca", la Carroza de Coronación descrita solo se usaba para eso, las coronaciones. En el día a día el Emperador usaba un bastante más sencillo coupé negro también expuesto en el Museo de Carruajes. A principios de siglo el carruaje fue sustituido por un coche, que seguramente es lo que vieron Stalin y Hitler en enero de 1913 :)

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    1. Gracias por la aclaración. Sebag Montefiore es un escritor que últimamente ha perdido un poco del lustre que tuvo hace años, sobre todo por licencias como ésta (sin duda, introducida con toda intención para llamar la atención en sus relatos biográficos). A pesar de ello, la escena de Hitler y Stalin observando el vehículo donde iba Francisco José no deja de ser llamativa...

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  2. Gracias por responder. Sin duda fue un auténtico cruce entre épocas e ideologías diametralmente opuestas, algo tan característico de aquella Viena finisecular.

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